Madres bienaventuradas
En cierta ocasión, mientras Jesús enseñaba, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: “Bienaventurado el vientre que te trajo… Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió”. Sin lugar a dudas se imaginaba lo que debería sentir María la madre del Maestro y en ese instante se dejó llevar por una “santa” envidia: “Qué feliz debe ser esa mujer al ver en lo que se ha convertido su hijo… un hombre tan bueno, inteligente… un siervo de Dios”. Y cierto, creo que no hay mayor satisfacción para una madre, que ver en sus hijos el resultado de todos sus esfuerzos, sus desvelos y sacrificios. Ellas no reciben un sueldo por ser madres, no tienen una jornada de 8 horas, no tienen sindicato ni pueden hacer huelgas, a veces ni reciben una palabra de gratitud por todo lo que dan. Así que si ven a su hijo e hija triunfar en la vida ellas se sienten realizadas. Si sus hijos son hombres y mujeres de bien y felices, ellas también lo son… “Valió la pena”. “Cumplí con mi labor”.