El compromiso de aprender a amar


Hace un par de noches reflexionaba acerca del amor en el matrimonio religioso de dos jóvenes de nuestra iglesia. Ella llegó radiante, feliz, con una linda sonrisa y sus bonitos ojos humedecidos por las lágrimas. Y él,de pie en el altar, con evidente nerviosismo y emoción, recibía a la mujer que ama para vivir con ella, comprometiéndose públicamente a permanecer unidos “hasta que la muerte los separe”.

En plena boda, ¿quién de los presentes se atrevería a dudar de su amor? (que conste que el vino desde lejos usando su libre albedrío para “llevársela”; y ella voluntariamente hizo los preparativos de su boda con meses de anticipación). Sin embargo, aunque nadie duda del amor que se tienen y de la sinceridad de sus votos; para cumplir con su compromiso, no basta con decirlo. Todavía tendrán que aprender a amarse.

Porque amar no sólo es un sentimiento, “un flechazo al corazón”, ó un estado de felicidad que durará por siempre sólo por haber firmado un acta matrimonial. Porque el amor es mucho más que eso, es necesario aprender a amar. Ninguno de nosotros nació sabiendo amar. Nos lo han enseñado. Lo hemos aprendido. Para bien ó mal, lo que hemos recibido desde niños es lo que podremos dar de adultos.

En el caso de los recién casados, ese será su deber, su compromiso: Aprender juntos. Y tendrán mucho tiempo para hacerlo, habrá innumerables oportunidades para que en la práctica aprendan a dar lo mejor de sí. Puede que el ejemplo que hayan visto no fuera el mejor, que la sociedad no favorezca la formación de familias estables, y puede que al transcurrir los años ese sentimiento de amor “fluctúe” en su intensidad y sean probados con problemas y tentaciones… Pero han decidido amarse, y como buenos alumnos se esforzarán año tras año en seguir aprendiendo y se amarán. Los que estuvimos presentes en su ceremonia estamos seguros que lo harán; no sólo porque los amamos y así lo deseamos, sino porque en este caso particular, estos jóvenes tienen una gran ventaja. Conocen a un buen maestro: Dios y su Palabra.

El apóstol Juan escribió en su primera carta: “El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo... para que vivamos por él.” (Capítulo 4:7-11).

Eso es amar. Dios nos ha mostrado que amar es más que un sentimiento y deseo. Amar es dar. Él dio lo mejor, entregó todo, dio a su propio Hijo y lo dio sin reservas. Dios es nuestro modelo y será el modelo que nuestros recién casados tendrán que seguir. Si permanecen en el amor de Dios y obedecen sus enseñanzas, podrán dar lo mejor de sí mismos (paciencia, verdad, justicia, equidad, perdón, comprensión, tiempo, fidelidad, etc.), y mientras lo hacen, serán felices aprendiendo más.

No sólo las parejas necesitan aprender a amarse. En realidad debería ser un compromiso de todos para dar lo mejor de nosotros a nuestros hijos, vecinos y nuestro país. “…si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.”

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