No hay paz sin justicia
“Y el efecto de la justicia será la paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre” (Palabras de Isaías, profeta bíblico. 700a.c.)
La justicia es imprescindible para desarrollar una cultura de paz. Es un principio elemental pero subestimado. Lo contrario también es terriblemente cierto: El efecto de la injusticia es la violencia, angustia e inseguridad. Mire como está nuestro país. Años de injusticia y corrupción han hecho que nuestros pueblos ya no crean en el diálogo, desconfíen de las instituciones, duden de sus autoridades, piensen que las leyes sirven sólo para pretextar el abuso y que la única vía “que sí funciona” es ejecutar una medida de fuerza. Peor aún, no falta quienes sostienen que la única solución es un levantamiento en armas.
En el Perú se respira intolerancia. Lo comprobamos casi a diario por las noticias. Basta un viento de injusticia para que se desate una ola de violencia: Los vecinos salen a hacer “justicia” con sus propias manos, el pueblo se levanta y toma las carreteras, queman llantas, tiran piedras, hieren, destruyen la propiedad pública y privada, y exigen sus justos derechos (a veces olvidando los derechos del resto). Si el diálogo se frustra por una de las partes, el Estado reacciona con fuerza, las armas se imponen y la violencia aumenta… más ira, más heridos, más muertes. Y la paz se aleja, porque no se obra con justicia.
Es bueno y necesario que el pueblo reaccione. Pero está mal que su primera reacción sea la fuerza. Y es bueno y necesario que el estado imponga el orden; pero está mal que sólo lo haga por la fuerza. Se debe trabajar por la paz. Es una siembra que requiere de la participación decidida de las autoridades, los dirigentes y todos los ciudadanos.
Si usted es alcalde, regidor, presidente ó consejero regional. Si es congresista, ministro, juez, director, ó policía. Si usted es una autoridad elegida por el pueblo ó nombrado por un representante del pueblo. Por favor, siembre justicia. Tómelo como un ruego del pueblo y un mandato de Dios: Haga lo justo. Cumpla su trabajo, no robe, conténtese con su sueldo, cumpla su palabra, respete a todos. Respete las leyes y hágalas respetar. Tenga una gestión transparente. No sea prepotente, no favorezca a sus padres ni compadres. En sus manos está la semilla de la paz que se cosechará cuando el pueblo vea que usted y las demás autoridades gobiernan con justicia.
Y si usted es un dirigente social, un líder de oposición ó un ciudadano más, cansado de la injusticia; no plantee una medida de fuerza como la primera opción de lucha. Cuídese de no fomentar el odio ó la violencia, pues la ira no deja pensar bien y es una pésima acompañante de las masas. No permita que intereses personales y partidistas se mezclen con demandas justas. Haga uso de los medios legales para reclamar sus derechos, demande, sustente, presente pruebas, use los medios de comunicación. Si hay marchas, vele para que estas en verdad sean pacíficas, sin insultos, ni palos, ni amenazas. En sus manos está enseñar a los demás a exigir justicia por medios justos. Es una insana contradicción pedir que se respete la ley actuando fuera la ley.
Y si usted es un inversionista, un comerciante, propietario de una empresa de servicios ó un ciudadano de “a pie”. Por favor, no corrompa a sus autoridades pidiéndoles una “ayudita” ilegal, a cambio de una “gratitud” monetaria. Al Dios de paz no le agradará verlo.
Todos debemos actuar. Sembremos justicia. Nuestros pueblos claman por paz.
Publicado el 3 de setiembre del 2009
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