¿Cuál es la Iglesia verdadera?

En el cristianismo, son tantas las agrupaciones religiosas, que esta pregunta es más común de lo que parece. Muchas son las personas que se sienten confundidas por la abrumadora cantidad de grupos, cada uno declarando tener la verdad y no pocos aseverando tener la exclusividad, proclamando que son los únicos que conocen y siguen el verdadero camino a la salvación.

Pero para responder la pregunta, hay que entender bien la intención detrás de ella. Si el que pregunta: “¿Cuál es la iglesia verdadera?”, realmente está preguntando: “¿cuál es la iglesia que me salva?”, “¿cuál es la iglesia que me llevará al cielo?”, entonces, la respuesta es simple y categórica: Ninguna. No hay iglesia que salve. El perdón de pecados, la vida eterna, el tener comunión con Dios no se obtiene por pertenecer a una iglesia en particular, sino por pertenecer a una persona: Jesucristo. Como él mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie puede venir al Padre sino es por mí” (Evangelio de Juan, Cap.14; vs.6). Es él, y no una institución quien nos otorga la gracia de llegar a Dios.

Es nuestra relación con Cristo, y no nuestra pertenencia a cierta iglesia, la que determinará nuestro destino eterno. Si alguien fue bautizado de niño por la iglesia católica ó se hizo miembro de una iglesia evangélica, y no tiene una relación viva, real, y práctica con Jesús, la iglesia no le servirá de nada. Confiar en una iglesia equivale a caer en el mismo error que cometieron los judíos que confiaban en su condición de ser descendientes de Abraham.

La Iglesia verdadera, la Iglesia de Cristo, es mucho más que una institución humana ó una mera organización religiosa: La Biblia enseña que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, un organismo vivo, espiritual, universal, conformado por creyentes de todos los tiempos y lugares, que están unidos espiritualmente a Jesús, que nacieron de nuevo porque un día manifestaron su arrepentimiento y fe, y decidieron confiar en él y seguirle, aceptándole como su único Señor y Salvador. Y debido a que sólo Dios ve los pensamientos y los corazones de las personas, sólo él conoce a los que verdaderamente le pertenecen.

Quienes deciden seguir a Jesús, buscan juntarse con otros discípulos de Jesús. Y se agrupan en iglesias locales, congregaciones, comunidades; porque ven la necesidad de estudiar juntos la Biblia, de animarse, ayudarse mutuamente, servir a otros, y compartir las buenas noticias de Jesucristo. Son pecadores perdonados; agradecidos pero imperfectos, deseosos de ser perfeccionados y parecerse cada día más a su Maestro.

Gracias a Dios, no estamos a la deriva. Contamos con la Biblia. Y con una buena comprensión de lectura, podemos identificar en el Nuevo Testamento las verdades fundamentales que todo grupo de creyentes debe seguir. Pero más importante que eso, podemos encontrar a aquel que es El Verdadero: a Jesús el Cristo, nuestro único salvador.




Publicado el 23 de enero del 2010