Profesores que enseñan de cabeza
Una "espeluznante" conversación se dio entre tres docentes que esperaban el inicio del último examen del concurso público de profesores. Empezaron hablando de cosas triviales, de sus lugares de procedencia, de su nerviosismo, de sus deseos por alcanzar una plaza, y de sus especialidades. Y en este punto, como cada uno dominaba materias diferentes y por supuesto, cada uno deseaba conocer lo que sabía el otro; la conversación dio lugar a una propuesta que sólo podía hablarse en voz baja: “Hay que ayudarnos en el examen” dijo uno. “Ya pues” – respondió el otro – “Yo les paso las de Ciencias y ustedes me pasan las de Historia y de Comunicación”. “Yo paso” – dijo el tercero. Y añadió: “No cuenten conmigo. No es correcto”... Una extraña y anormal turbación dominó a los otros dos. No entendían lo que pasaba y el silencio dio lugar a la reflexión. El que hizo la propuesta, mirando con desaprobación al colega sólo atinó a lamentar: “¿Por qué seremos los peruanos así? ¿Porqué seremos tan egoístas?”…
Increíble final de una conversación entre profesores. Uno no sabe si reír o llorar. Aunque si se medita más, es para asustarse: Para algunos maestros (los mismos que enseñan a nuestros hijos), resulta que el sistema de valores ha cambiado, están al revés: Ahora; negarse a ayudar a plagiar significa ser egoísta. Y ser solidario con el colega implica apoyarlo en un acto vergonzoso. Espeluznante… ¿En qué momento se puso de cabeza el Perú?
El caso narrado no es ficción. Me lo contó uno de sus protagonistas, el mismo que fue tachado como “profesor egoísta”. El mismo que días antes rechazó la propuesta de unos “solidarios” colegas que le ofrecían compartir las claves correctas a cambio de una suma de dinero. Y tanta parecía la confianza de algunos de ellos, que en la víspera del examen ya celebraban con varias botellas de cerveza. Me habló también acerca de aquellos que se preparaban para plagiar, escribiendo las claves en un papel ó entre sus dedos. … ¿Quién les enseñó mal? ¿En dónde aprendieron que está bien plagiar, con tal que no sean descubiertos? Una vez más, lo malo fue noticia: La DIVINCRI tuvo que intervenir a algunos profesores acusados de plagio.
Por supuesto, no podemos generalizar y decir que todos los profesores son deshonestos. Tampoco podemos caer en la actitud simplista de “señalarles con el dedo” y “tirarles barro”. Porque el problema va mucho más allá de unos docentes inconsecuentes que olvidan sus propias enseñanzas buscando un mérito sin merecerlo. Este es un problema nacional y no sólo del magisterio; pues cada vez más, “nos estamos acostumbrando” a ver situaciones similares en toda la sociedad. Donde no sólo se obvia lo bueno y lo honesto; sino que se trastornan, se invierten los valores morales; atribuyendo un valor negativo a lo que es positivo y rechazando lo bueno que debiera ser aplaudido. Como aquel que se cree más hombre porque es infiel a su mujer ó aquel que se alegra por retener el vuelto de más que un distraído cajero le dio. Los ejemplos sobran.
“Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo…” advirtió el profeta Isaías. No podemos pretender vivir de cabeza, sin sufrir luego las consecuencias. A lo derecho, derecho, y no hay que torcerlo. Así hay que enseñarlo. Así hay que vivirlo. Porque si de profesores y maestros hablamos, lo somos todos; pues con nuestro ejemplo enseñamos e influenciamos a los demás y mucho más a nuestros hijos. Quienes luego se encargarán de enseñar a la siguiente generación.
Mentir está mal, es deshonesto; hoy, hace mil años y por siempre. Hay valores que no cambian. Como las enseñanzas de Jesucristo; útiles para aclarar la conciencia, discernir lo bueno, y enderezar la vida. Él fue quien dijo: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Sus enseñanzas son inmutables. Que nuestra determinación de andar derechos, lo sea también.
Publicado el 4 de diciembre del 2009
Increíble final de una conversación entre profesores. Uno no sabe si reír o llorar. Aunque si se medita más, es para asustarse: Para algunos maestros (los mismos que enseñan a nuestros hijos), resulta que el sistema de valores ha cambiado, están al revés: Ahora; negarse a ayudar a plagiar significa ser egoísta. Y ser solidario con el colega implica apoyarlo en un acto vergonzoso. Espeluznante… ¿En qué momento se puso de cabeza el Perú?
El caso narrado no es ficción. Me lo contó uno de sus protagonistas, el mismo que fue tachado como “profesor egoísta”. El mismo que días antes rechazó la propuesta de unos “solidarios” colegas que le ofrecían compartir las claves correctas a cambio de una suma de dinero. Y tanta parecía la confianza de algunos de ellos, que en la víspera del examen ya celebraban con varias botellas de cerveza. Me habló también acerca de aquellos que se preparaban para plagiar, escribiendo las claves en un papel ó entre sus dedos. … ¿Quién les enseñó mal? ¿En dónde aprendieron que está bien plagiar, con tal que no sean descubiertos? Una vez más, lo malo fue noticia: La DIVINCRI tuvo que intervenir a algunos profesores acusados de plagio.
Por supuesto, no podemos generalizar y decir que todos los profesores son deshonestos. Tampoco podemos caer en la actitud simplista de “señalarles con el dedo” y “tirarles barro”. Porque el problema va mucho más allá de unos docentes inconsecuentes que olvidan sus propias enseñanzas buscando un mérito sin merecerlo. Este es un problema nacional y no sólo del magisterio; pues cada vez más, “nos estamos acostumbrando” a ver situaciones similares en toda la sociedad. Donde no sólo se obvia lo bueno y lo honesto; sino que se trastornan, se invierten los valores morales; atribuyendo un valor negativo a lo que es positivo y rechazando lo bueno que debiera ser aplaudido. Como aquel que se cree más hombre porque es infiel a su mujer ó aquel que se alegra por retener el vuelto de más que un distraído cajero le dio. Los ejemplos sobran.
“Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo…” advirtió el profeta Isaías. No podemos pretender vivir de cabeza, sin sufrir luego las consecuencias. A lo derecho, derecho, y no hay que torcerlo. Así hay que enseñarlo. Así hay que vivirlo. Porque si de profesores y maestros hablamos, lo somos todos; pues con nuestro ejemplo enseñamos e influenciamos a los demás y mucho más a nuestros hijos. Quienes luego se encargarán de enseñar a la siguiente generación.
Mentir está mal, es deshonesto; hoy, hace mil años y por siempre. Hay valores que no cambian. Como las enseñanzas de Jesucristo; útiles para aclarar la conciencia, discernir lo bueno, y enderezar la vida. Él fue quien dijo: “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Sus enseñanzas son inmutables. Que nuestra determinación de andar derechos, lo sea también.
Publicado el 4 de diciembre del 2009
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