La increíble historia de dos muertos vivos
Esta es la historia de dos muertos que por supuesto primero estaban vivos, pero murieron… y sin embargo ¡seguían vivos! No, no era que andaban de parranda. No eran de los que se levantaban cada “Día de los muertos” para disfrutar de la música y el plato preferido que sus parientes traían a sus tumbas. Tampoco eran de los que “chateaban” con los vivos por medio de la “Tabla Ouija”, ni acompañaban a sus seres queridos para guiarles y darles “una manito” en sus problemas. No eran inquilinos eternos en alguna “casa encantada”, ni vagaban silbando por los caminos… (interpretaciones de vivencias varias, tradiciones y creencias que nuestros pueblos comparten). Esta es otra historia. Increíble pero real. La contó Jesús de Nazaret y está registrada en la Biblia, en el Evangelio de Lucas capítulo 16, de los versículos 19 al 31.
Y precisamente porque la contó Jesús, sabemos que es real. Aunque hay quienes dicen que Jesús la inventó sólo con fines ilustrativos. Grave error. Porque aún considerándola como una más de sus parábolas, resalta el hecho que ni una de sus parábolas contiene elementos ficticios. Jesús enseñó siempre comparando con cosas reales y existentes como una oveja perdida, un hijo pródigo, un sembrador que esparce la semilla... o la vida de dos muertos.
En su relato, Jesús nos cuenta de que uno de ellos tenía mucho dinero, pero era avaro, inmisericorde y probablemente muy orgulloso y autosuficiente como generalmente son los que más tienen. El otro en cambio era pobre, mendigo, estaba enfermo y se llamaba Lázaro. Murió el rico. Murió Lázaro. Y cada uno de ellos descubrió una dimensión espiritual que hasta ese momento desconocían, se dieron cuenta que seguían pensando, recordando y sintiendo.
El relato no nos da todos los detalles que quisiéramos. Nos deja con muchas inquietudes, pero para su fin, lo que nos dice es suficiente. Resulta que Lázaro la pasaba muy bien. Era consolado, disfrutaba de paz y felicidad… No porque fue pobre (pues todos conocemos que hay pobres que no quieren acercarse a Dios), sino - como dice otros pasajes en la Biblia – porque había puesto su confianza y su fe en Dios. El rico la pasaba muy mal. No porque haya sido rico (pues hay gente con dinero que ama y obedece a Dios), sino porque habiendo recibido tantos bienes, vivió sin reconocer que todo venía de Dios y no entendió que debía usarlo también para el bien de los demás. Realmente nunca le importó Dios.
Y después de muerto seguía sin Dios. El ex-rico vivía en remordimientos, culpas y tormentos. El mismo describe que estaba como en una llama que lo quemaba, a tal punto que ansiaba siquiera que una gota de agua refrescara su lengua. En su angustia dio voces pidiendo ayuda, pero sólo consiguió recibir la más terrible de las respuestas: “De aquí nadie puede salir..." Y comprendió que su situación era la cosecha de lo que había sembrado: Viviría eternamente separado de la presencia de Dios, y en esta “otra vida”, ni su dinero, ni su posición, ni sus contactos podrían servirle de algo.
Pero quizás la parte más impactante de todo esto, es la súplica que hace luego de comprender su irrevocable situación. Es el lamento de un muerto desde el “más allá”. Es una voz de ultratumba registrada en las escrituras por siglos y que aún hasta ahora estremece más que cualquier cuento de terror: Es su ruego por la familia que había dejado en vida: “Por favor, que alguien vaya a mis familiares y les advierta para que no vengan a este lugar... Si uno de entre los muertos fuere a ellos, se arrepentirán”. La historia concluye con una reveladora respuesta: “Ahí tienen las Escrituras. Si no se arrepienten con lo que ellas dicen, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos”.
Jesús contó esta historia de muertos para advertir a los que aún estamos vivos. No lo hizo para asustar y conseguir miedosos adeptos (su amor basta y sobra para lograr que millones le sigan hasta hoy). El vino para decirnos la verdad y librarnos de la muerte eterna. Está registrado en las Escrituras. Para los que se arrepienten, hay vida eterna en Jesús.
Publicado el 6 de noviembre del 2010
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