Te amo porque me das...
Él le dice a ella: “Te amo porque eres bonita”. “Te amo porque eres cariñosa”. “Te amo porque me haces feliz”.... “No puedo vivir sin ti”. Ella le dice a él: “Te amo porque me siento protegida”. “Te amo porque me encantan tus besos”. “Te amo porque me ayudas, porque me engríes, porque me das”.
Palabras de enamorados sinceros, cuyos sentimientos no podemos cuestionar. Pero cuando ese sentimiento de amor se define sólo por "eres para mí", "me siento bien", "me das", por las cosas que se recibe, entonces cuidado. Poco falta para que se convierta en precisamente lo opuesto: egoísmo.
Hay un malentendido en la sociedad que está impregnado en los medios de comunicación, las telenovelas, las películas y que son parte de la “filosofía de amor” de muchos hombres y mujeres que dicen: “Siento que la amo porque me atrae, me gusta, me hace sentir bien…” y por supuesto, el amor contiene estos elementos; pero cuando sólo se mira a sí mismo, al propio sentimiento, se sobrevalora las sensaciones, y se pone demasiada atención a lo que se recibe; ese amor no es verdadero, es un "sacha amor", le falta, carece del concepto básico, fundamental: Amar es dar.
El “amor” que se basa en el recibir; exige, reclama, presiona, condiciona, manipula, huye de los compromisos y la responsabilidad. Es un “amor egoísta” que puede llegar a extremos de celar y maltratar. El amor según las escrituras cristianas* es todo lo contrario: es ser amable, ser paciente, no tener envidia, no hacer nada indebido, no llenarse de ira, no buscar el propio beneficio. Es saber renunciar por el bien del otro.
El amor de pareja debe ser así. Acción y no sólo pasión. Dar y no sólo recibir. Sentimiento y convicción. Se ama con el corazón y con la voluntad. El amor se compromete, se esfuerza: “en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad…”
Este es el amor que debe practicarse en las familias. Este es el amor que necesitan aprender nuestros jóvenes hoy. Es el amor que Dios nos enseñó en Cristo Jesús, quien demostró que nos amaba no sólo con palabras sino dando lo mejor de sí: su servicio, su perdón y su propia vida.
Nosotros también hagamos lo mismo. Digamos a la persona que amamos: “Te doy lo mejor de mí… porque te amo”.
* 1ª Carta a los Corintios, cap. 13
Publicado el 5 de febrero del 2011
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