Exigiendo Justicia
“…los funcionarios
exigen recompensas, los jueces se dejan sobornar
y los poderosos
hacen lo que se les antoja y pervierten la ciudad.
Son maestros en
hacer lo malo.”
Así denunciaba el profeta Miqueas la injusticia de su
tiempo. Así describía la actitud de las
autoridades y jueces del pueblo de Judá, allá por el año 700 antes de Cristo.
Cualquier parecido con la actualidad no es coincidencia. La maldad es la misma.
Hoy vemos a gente en los tres poderes del estado que se ponen de acuerdo
para satisfacer los intereses de algún poderoso: “el grande habla de lo que desea su alma, y juntos lo traman”. Hábiles
para sacar provecho, con maestrías para delinquir. Como traduce La Biblia de
Las Américas: “Para el mal las dos manos
son diestras”
“…esperan el
momento de actuar con violencia,
los unos a los
otros se tienden trampas.
Ya no quedan en el
mundo hombres rectos y fieles a Dios.”
“El mejor de ellos
es como un espino; el más honrado, como una zarza.
Pero viene el día
de ajustar las cuentas, el día que anunció el centinela.
Entonces reinará la
confusión entre ellos.”
El profeta denunciaba la injusticia, advertía de las
consecuencias y llamaba al cambio. A esa injusticia la definía como pecado, a las consecuencias: castigo, y al cambio de actitud: arrepentimiento. El profeta en su denuncia no “exigía sus derechos”
mirando solo su propia conveniencia ni lo hacía solo en pro de la justicia y bienestar
de la comunidad; sino que entendiendo la demanda de Dios, exigía de parte de él
obediencia a sus divinos mandamientos.
“El Señor ya te ha
dicho, oh hombre, en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de ti: que
hagas justicia, que seas fiel y leal, y que obedezcas humildemente a tu Dios.”
Dios continúa exigiendo justicia. Dios continúa
advirtiendo. Lo hace a través del eco del mensaje de los profetas de la
antigüedad como el de Miqueas. Lo hace a través de cristianos que predican en
iglesias y plazas, en el barrio o el trabajo. Lo hace también a través del humilde
que exige justicia y de la voz de un pueblo que reclama lo justo. Dios espera de
todos nosotros – y no sólo de las autoridades, jueces y gobernantes – que
actuemos con honestidad, misericordia, verdad. Porque él es el Señor y “Juez de toda carne”.
Seamos justos. Exijamos lo justo.
*Miqueas
6:8; 7:2-4; Jeremías 25:31
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