Madres bienaventuradas


En cierta ocasión, mientras Jesús enseñaba, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: “Bienaventurado el vientre que te trajo… Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió”. Sin lugar a dudas se imaginaba lo que debería sentir María la madre del Maestro y en ese instante se dejó llevar por una “santa” envidia: “Qué feliz debe ser esa mujer al ver en lo que se ha convertido su hijo… un hombre tan bueno, inteligente… un siervo de Dios”.

Y cierto, creo que no hay mayor satisfacción para una madre, que ver en sus hijos el resultado de todos sus esfuerzos, sus desvelos y sacrificios. Ellas no reciben un sueldo por ser madres, no tienen una jornada de 8 horas, no tienen sindicato ni pueden hacer huelgas, a veces ni reciben una palabra de gratitud por todo lo que dan. Así que si ven a su hijo e hija triunfar en la vida ellas se sienten realizadas. Si sus hijos son hombres y mujeres de bien y felices, ellas también lo son… “Valió la pena”. “Cumplí con mi labor”.

Sin embargo, a pesar de ser éste un justo motivo para que cualquier madre se sienta dichosa, Jesús dijo que cualquiera podría ser más feliz que incluso su propia madre María. En aquella ocasión Jesús dijo: “Al contrario, dichosos los que oyen la palabra de Dios y [la] guardan”… “¡Dichosos más bien los que escuchan el mensaje de Dios y le obedecen!”

Con estas palabras, Jesús nos enseñó cómo podemos ser verdaderamente felices. No es una felicidad como la que aprendimos en este mundo, con las adquisiciones que podríamos lograr en este mundo. No. La felicidad según Jesús consiste en oír la Palabra de Dios, sus enseñanzas, sus instrucciones, sus prohibiciones y hacerle caso. Porque Dios nos conoce y él lo sabe todo, porque Dios nos ama. Porque obedecerle es seguir la senda del bien y buscar el bien para nosotros mismos, para nuestra familia y la sociedad. Porque estar del lado de Dios es tener victoria aún en medio de las dificultades y adversidades, a tal punto que incluso luego de la muerte (la mayor de las adversidades) uno puede ser feliz por la eternidad.

Así, una madre que lee la Biblia, cree, y obedece, será dichosa. Quizá no tenga todo lo que quisiera, o sus hijos no correspondan a su esfuerzo como deberían hacerlo. Pero si persevera en hacer lo bueno como Dios ordena, entonces será bienaventurada. Una madre que se mantiene cerca de Dios tiene los recursos para enfrentar las dificultades y la ingratitud, puede sobreponerse al desánimo y el dolor, y es capaz de aconsejar con sabiduría a los suyos. A veces verá el resultado de su esfuerzo en poco tiempo. En otras no. Pero con semillas de bien siembra en obediencia para cosechar en el futuro y la eternidad. Una madre que confía en Dios es una madre bendecida. Si oyen el mensaje de Dios y le obedecen, son madres bienaventuradas.

*Evangelio de Lucas 11:27,28 LBLA




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