¿Es usted una autoridad del pueblo?

Si usted ejerce un cargo de autoridad no olvide que es Dios quien le ha puesto en tal cargo. La Biblia dice que “suyos son el poder y la sabiduría. Él cambia los tiempos y las épocas; quita reyes y pone reyes, da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos”. No interesa si ha sido elegido por votación o su cargo es de confianza. Dios sigue siendo el dueño y juez del mundo pero le ha delegado parte de su autoridad para que administre y gobierne su creación conforme a su voluntad. No lo olvide.

Si usted es autoridad del pueblo tenga en cuenta que la voluntad de Dios es que sirva a sus pobladores y no que usted se sirva de ellos. El poder y la autoridad que tiene es un medio para lograr un fin: contribuir al bienestar de la gente y el desarrollo de la ciudad. Su cargo no es una oportunidad para ganar más dinero ni mucho menos aprovecharse de los demás. Siga el ejemplo de Jesús quien vino para servir y no ser servido.

Ejerza su autoridad con una conducta ejemplar, no con amenazas o artimañas. Gánese el respeto de la gente y no necesitará exigirlo. Diga la verdad, cumpla su palabra. Sea el empleado público más esforzado y responsable. Trate a todos por igual. Sea honesto y conténtense con su salario. Cumpla y haga cumplir la ley. Si lo hace vivirá tranquilo, sus enemigos nunca encontrarán de qué acusarlo y hasta ellos mismos lo respetarán.

Ejerza su autoridad con sabiduría. Reconozca  que usted no lo sabe todo y escuche a la gente que sí sabe. Asesórese de técnicos, profesionales y gente de experiencia, no de ayayeros e interesados. Desoiga los consejos que no se ciñen a lo ético y lo legal, y apártese de los tales. En su lugar, siga los consejos de la gente prudente y honesta. Lea la Biblia. El hombre más sabio de la tierra dijo que “la sabiduría comienza por respetar y obedecer a Dios”.

Nunca olvide que el cargo que ejerce es temporal, no es eterno. Aún si es reelegido, no se acostumbre a los honores, las preferencias y la adulación. No se aferre al puesto. “Todo tiene su tiempo” y en el tiempo que Dios le da para ejercer sus funciones cumpla con humildad su deber, sin soberbia ni prepotencia. Recuerde que usted no es más que un servidor. Jesús dijo que “los gobernantes de este mundo” van tras las riquezas, los honores y el poder sin entender que la verdadera grandeza está en ser útil y servir a los demás. Este es el verdadero liderazgo.

Si tiene un cargo público es muy probable que para ejercerlo haya juramentado ante un crucifijo y una Biblia. Téngalo siempre presente. El Dios a quien ha invocado tiene sus ojos sobre usted en todo momento. Ante los ojos de “La Patria” podrá guardar las apariencias, pero no a los ojos de Dios quien ha tomado muy en serio su juramento y demanda su cumplimiento. Recuerde el tercer mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano” y Dios no se equivoca ni toma por inocente al culpable. Así que si es negligente con su deber o lo desempeña con deshonestidad,  faltando a su juramento, puede que la justicia humana nunca le haga pagar, pero no dude que la justicia divina le alcanzará un día y no podrá escapar por la eternidad. Un día usted se presentará ante el dueño y juez del mundo y deberá rendir cuentas por su servicio. Ejerza su cargo pensando en ello.

Si usted ejerce un cargo de autoridad agradézcale a Dios por tal privilegio y honor, pero sirva con humildad, honestidad, responsabilidad y justicia hacia los hombres, mujeres y niños que Dios creó y ha puesto bajo su cargo. Si lo hace, será bienaventurado.

Miembros de la iglesia ACyM en desfile cívico entregando Biblias a las autoridades - Juanjuí



*Daniel 2:20,21; Mateo 20:25-28; Proverbio 9:10; Éxodo 20:7





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