La verdadera razón de la angustia de Jesús
El evangelio de Mateo describe que horas
antes de su muerte, Jesús “comenzó a
entristecerse y angustiarse de gran manera”, por lo que le pidió a sus
discípulos más cercanos que oren con él. Con toda claridad Jesús les dijo lo
que sentía*: “Mi alma está muy triste,
hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”. El evangelio de Lucas añade
que en respuesta a la oración de Jesús, apareció un ángel para fortalecerlo
pues en agonía oraba intensamente y su sudor era “como grandes gotas de sangre”.
Jesús oraba diciendo: “Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
¿Acaso Jesús quería evitar la amarga
copa del dolor? Muchos creen que sí, que lo que a Jesús le entristecía y
angustiaba “en gran manera” era saber del dolor físico que iba a experimentar, pero
aunque esto sería totalmente comprensible, en el caso de Jesús no fue así. Él había
venido al mundo precisamente para “dar su
vida en rescate por muchos”, con valentía fue a Jerusalén declarando con
anticipación que allí sería muerto, y enseñó a sus discípulos que también
debían dar su vida por él. No, él no le
tenía miedo al dolor ni quería evadir su misión. Su angustia era tal por otra
razón.
Cuando Jesús oró “si es posible, pase
de mí esta copa”, lo que realmente estaba diciendo era: ¿Hay otra manera de
rescatar a la humanidad? Pero Jesús no se refería al dolor y la muerte en sí,
sino a una experiencia muy diferente, de naturaleza espiritual, un sufrimiento que
debía soportar mientras estaría colgado en la cruz. Hay que tomar en cuenta que
lo registrado en los evangelios es un testimonio presencial solo de lo que se
pudo ver, lo material y físico, no de lo invisible y espiritual, siendo esto
último lo más terrible que ocurrió en la cruz. Gracias a la profecía de Isaías es
que podemos “ver” un poco de lo sucedido en la dimensión espiritual*: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,
y sufrió nuestros dolores… mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga
fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros”.
Intentemos visualizarlo: Todos los
pecados, de todos los seres humanos, de todos los tiempos puestos sobre uno solo.
Pensemos en los más terribles y perversos pecados cometidos, sumado al
sufrimiento y dolor de billones, y tratemos de entender cómo pudo ser ese
proceso de “cargar el pecado de todos y sufrir nuestros dolores” en lo más
profundo de su ser, soportando la ira y justicia divina de tal manera que todo “el
castigo de nuestra paz” fue sobre él. Como explica la Biblia: “Cristo nos rescató de la maldición de la
ley haciéndose maldición por causa nuestra”. “Cristo no cometió pecado alguno,
pero por causa nuestra Dios lo hizo pecado, para hacernos justicia de Dios en
él”. Jesús fue el justo entregado por los injustos, hecho maldición y
pecado, condición que revela la verdadera razón de la angustia de Jesús. Fue la
única manera de salvarnos.
En el Gólgota la gente no pudo ver lo
que realmente sucedía. Oyeron a Jesús decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y pensaron que era
un reclamo, cuando en realidad estaba sintiendo en su ser la soledad y la ausencia
de Dios a causa del pecado. La gente sintió miedo cuando la tierra se oscureció
por tres horas, pero ignoraba que era la manifestación del cúmulo de maldad que
estaba siendo cargado sobre Jesús. Vieron a Jesús morir, se asustaron con el
terremoto que siguió a su último suspiro, pero no sabían del proceso que había
terminado cuando Jesús dijo: “Todo está
consumado. En tus manos entrego mi espíritu”. La realidad de lo invisible
había superado a lo visible y nadie se dio cuenta.
Hoy, muchos siguen sin entender lo
que realmente ocurrió en la cruz. Solo ven lo que una película o una
representación escénica muestran, pero permanecen sin ver esa realidad
espiritual y el sufrimiento real de Jesús que la Biblia revela. Gracias al
sacrificio de Cristo el perdón es posible para todos los que quieren
arrepentirse. Lo que Jesús hizo no será en vano en usted, si con fe lo reconoce
como su Señor y Salvador.
*Mt.26:36-38; Lc.22:39-46, Is.53; Gá.3:13; 2Co.5:21
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