El curso de religión se enseña, no se impone.
Imponer la fe es absurdo. La devoción
nace del corazón, crece de adentro hacia afuera. Obligar a los alumnos de un
colegio a participar de actividades religiosas que no comparten es faltar a la
ley y en nuestro caso, es atentar contra el mismo cristianismo. Jesucristo no
obligó a nadie a bautizarse, ni a rezar, ni a seguirle. Él invitó, enseñó,
respondió dudas y objeciones, y mostró cuan bueno es confiar y obedecer a Dios,
pero jamás impuso por la fuerza su verdad. Si él no lo hizo, ningún colegio debe
hacerlo por más buenas intenciones que tenga.
Los niños reciben el legado de fe de
sus padres. Son ellos quienes con su ejemplo y enseñanza dan razones para
seguir una creencia o no seguir ninguna, porque pueden ser ateos. Los
profesores deben respetar esto y no sobrepasar sus límites presionando a los
alumnos para que hagan algo contrario a lo que sus padres les inculcaron. Los
docentes pueden exponer y propiciar el diálogo. Pero imponer no.
Muchas son las situaciones que
evidencian que los profesores y directores no logran todavía entender que hay
una diferencia entre enseñar y exigir. Podemos citar algunos casos de los que
ocurre en nuestro país: A un niño que proviene de una iglesia evangélica se le
obliga en la formación del alumnado, a rezar o cantar a un santo en el que él no
cree. Si el niño se niega, el profesor le regaña, pues lo ve como una actitud de
rebeldía y no como una expresión de convicción personal (que más bien debería
elogiar). El niño es presionado a hacer algo que su conciencia no acepta y
queda avergonzado.
Hay colegios religiosos estatales, sostenidos
con el dinero de los peruanos, en el que todavía se exige a los alumnos que cumplan
con ciertas tradiciones como el bautismo o la primera comunión. Si el padre o
el niño manifiesta que no desean hacerlo, el docente le recuerda que está en un
colegio religioso y por lo tanto deben sujetarse a los requerimientos, y si no
desea cumplirlos, que vaya a otro centro educativo. ¡Qué desatinada respuesta!
En otras palabras, es como si dijera, “aquí discriminamos y rechazamos a los
que son diferentes y no nos importa desobedecer la Constitución”.
Pero tal intolerancia religiosa no
solo llega de parte de la religión tradicional del Perú, sino también de centros
educativos de fe no católica, donde por ejemplo, a los alumnos devotos del
Señor de los Milagros se les impide llevar una estampa o un hábito al colegio,
o se les obliga a asistir a retiros espirituales como parte de la calificación
del curso de religión.
Imponer es un error. La fe tiene
razones, pero cuando se impone una fe, las razones ya no importan, solo vale la
fuerza de la autoridad o de la mayoría. Y sin una razón para creer no hay fe.
Por eso, la religión se debe enseñar con amor. Se gana la fe del alumno con
paciencia, razón y amor. Sin presión ni amenaza, como lo hizo el gran maestro
Jesús.
Los padres tienen un papel
importantísimo en todo esto. Si la religión del colegio es diferente a la de
ellos, deben enseñar a sus hijos a presenciar sus costumbres con respeto,
estudiando el curso de religión con dedicación como cualquier otra materia,
pero sin practicarla; pues para desenvolverse en la vida, deben aprender a no
seguir a la mayoría sino sus propias convicciones. Y los padres deben hacer
respetar sus derechos y la de sus hijos, cuando sea necesario.
La religión es importante pues contribuye a la formación en valores de nuestros hijos, pero debe dictarse correctamente, porque si no, corremos el riesgo que dentro de unos años se proponga una ley para lo eliminen de los colegios y entonces no podremos nombrar ni a Dios ni a la Biblia. Cuidado. Seamos respetuosos.
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