A propósito de fiestas y patronas
La fe tan
difundida de los pueblos, en un santo protector o defensor que intercede de
manera especial por ellos, ha dado origen a que cada año se preparen días
especiales de celebración en su honor. Las fiestas patronales son muy esperadas; los que viven lejos de su pueblo planifican el regreso a su tierra para esas
fechas, y los negocios y ferias aprovechan la ocasión. Tiempo de reencuentro,
recuerdos, costumbres, devoción, procesión y bailes. Todo en nombre del santo
objeto de devoción.
Sea la Virgen
de las Mercedes, Santa Rosa, Santiago apóstol, San Juan Bautista, o El Triunfo de
la Santa Cruz; los patrones y patronas son muchos en nuestra vasta tierra
peruana. Cada “patrona” con sus fiestas, sus tradiciones y sus abusos. Curiosa
mezcla de cultura, devoción y desenfreno; unión de cristianismo y paganismo. A
las procesiones y cánticos religiosos le siguen, unas horas después, la salsa y
la cumbia que promueve el pecado con su letra y movimientos. La borrachera y el
libertinaje sexual no falta en el programa. Curiosa, extraña y contradictoria mezcla, que a nadie pareciera importar. Después
de todo, tal reflexión atentaría contra la diversión y “aguaría” la fiesta.
Si la
patrona es la Señora Virgen de las Mercedes, ¿hay alguno que medite en la
importancia de la virginidad y la castidad antes del matrimonio? ¿Cuántos
reflexionan en la misericordia que dio origen a la orden que se fundó en su
honor? ¿Y qué de la bondad, la ayuda y el amor al semejante que practicó Santa
Rosa? ¿En realidad tiene sentido honrar sus memorias con grandes fiestas pero
sin el menor intento de seguir su ejemplo?
Si el
patrono es Santiago Apóstol, entonces no solo se debe implorar su protección,
sino prestar atención a lo que enseñó (si en verdad se le tiene respeto y consideración). Su carta está en la Biblia*,
y en ella leemos que de nada sirve ser “oidor de La Palabra si no se es hacedor
de ella”. Él enseñó que la fe sin obras es muerta, que a nadie se le debe
discriminar, que la lengua tiene que domarse para que no se desate “inflamada
por el infierno”. Santiago el apóstol fue radical en contra de la vanidad, la
codicia y la soberbia, y no hay devoto que pueda honrarle sin obedecerle. De lo
contrario, la “honra” es un acto de hipocresía.
Si se
honra a San Juan Bautista, entonces que se le honre completo, pues si se le
llama “bautista” es porque bautizaba como señal de arrepentimiento y conversión.
¡Hay que cambiar de vida! ¿De qué sirve invocar su bendición si no se tiene la
intención de dejar el pecado? ¿Cómo ser protegidos del mal si no se quiere
dejar el mal? Juan el Bautista estaba en contra de la infidelidad y el
adulterio, practicaba el dominio propio y no tomaba bebidas alcohólicas.
¿Alguien desea honrarlo? Que siga su ejemplo.
Y si del
triunfo de la Santa Cruz se trata, no pasar por alto que la verdadera cruz no
triunfó en una lucha humana, sino espiritual. Jesús obtuvo en ella la más
grande victoria sobre el diablo, el pecado y la muerte, y esa victoria se
aplica a todo aquel que se arrepiente y cree en él. Mejor que llevar una cruz
en el cuello o cargarla en procesión, Jesús quiere que tomemos el camino de la
renuncia, la negación a lo malo, estando dispuestos a “morir a uno mismo” para
obtener verdadera vida y podamos también vencer el mal.
“¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura
agua dulce y amarga?”,
preguntó el apóstol Santiago. Hoy habría que preguntarnos: ¿Puede una fiesta
ser religiosa y pecaminosa al mismo tiempo? ¿Se debe dar honra y deshonra a la
vez? No. “Hermanos, míos, esto no debe
ser así”. (Stg.3:10,11)
No olvidemos
al Gran Patrón de los cielos, el único, el verdadero. A Dios nuestro Padre, el
creador y sustentador de nuestras vidas, aquel que ve nuestros pensamientos y
corazones, y a quien no podemos engañar. Él es el patrón santo y justo que
pagará a cada uno “conforme a sus obras”. También él es el Patrón que bendice y
cuida a los que están en comunión con él y deciden someterse a su señorío y
protección. Con sinceridad y fe podemos contar con él.
* Él es al autor según la interpretación católica.
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