Religiones y Guerras


Cuando nació el cristianismo, los judíos trataron de exterminarlo, luego lo intentaron los romanos. Siglos después, los roles se cambiaron y fueron los cristianos quienes persiguieron a los judíos. Cuando surgió el islam, los musulmanes hicieron guerra contra judíos y cristianos. Los años pasaron y los cristianos organizaron cruzadas contra los musulmanes. Como si no fuera demasiado ver este carrusel de persecuciones y matanzas mutuas, tan solo quinientos años atrás, los cristianos terminaron persiguiéndose entre ellos, cristianos matando a cristianos diferentes. La historia de las religiones está manchada con la muerte de inocentes. Todos, en nombre de Yahvé, Cristo o Alá.


Pero Yahveh ordenó amar al prójimo. Cristo pidió que nos amemos unos a otros. Y a Alá se le nombra siempre como “el misericordioso y compasivo”. Además, estas tres religiones monoteístas comparten un origen común: Abraham es el padre de Isaac y abuelo de Jacob, llamado luego Israel. Para los cristianos Abraham es el “padre de la fe”. Abraham también es el padre de Ismael, por lo tanto venerado por los musulmanes. ¿Cómo entender entonces tantas matanzas entre ellos y en el nombre del mismo Dios?

¿Qué podemos decir de las guerras? Son un mal humano, las hubieron y las habrán; sea por política, odio o codicia. Unos atacan, otros se defienden. Pero cuando las religiones promueven las guerras, y en nombre de Dios se usa la espada para obligar a “creer” al otro, entonces no hay más que decir. Es demencia total, una triste y vergonzosa tragedia, indignante y por demás decepcionante.

En el caso del cristianismo, las guerras que promovieron reyes, papas y protestantes, jamás debieron ocurrir. No hay razón alguna para justificarlas. Jesús jamás ordenó matar al que piensa diferente, ni al incrédulo, ni siquiera al que se declarara enemigo. “El Hijo del Hombre no vino para matar y destruir, sino para salvar y dar vida” fue el mensaje de Jesús, y cuando sus seguidores fueron advertidos que serían perseguidos por su fe, les pidió que no usen las armas para defender el evangelio, sino que entregaran sus vidas por él, que dieran la otra mejilla y que amaran a sus enemigos. En los primeros siglos de nuestra era, los verdaderos cristianos obedecieron esta orden cuando fueron perseguidos, y no se organizaron como un ejército para defenderse ni atacar. Fueron mártires, y su testimonio de amor y perdón prevaleció. A pesar de todo, el mensaje de Cristo sobrevivió y creció.

Hoy se acusa a musulmanes de practicar una religión de odio. Pero así como ellos cometen un grave error acusando al mundo cristiano de ser sus enemigos y asesinos; los cristianos tampoco podemos generalizar y acusar a todos los musulmanes de serlo. Hay que entender que en toda religión hay fieles extremistas, que actúan con intolerancia e ignorando lo que su propia religión enseña.

Por desgracia, la religión ha demostrado ser también un lugar para los hipócritas, para los que gustan del poder y las riquezas, para los que odian y ambicionan, para los que carecen de misericordia y paz. La religión mal interpretada y usada por conveniencia ha resultado un pretexto para satisfacer deseos egoístas, personales y nacionales. Este es un argumento por el que los ateos rechazan a Dios y a las religiones, como algunos dicen: “Cuánto más conozco de las religiones, menos creo en ellas”. Pero Dios está por encima de las religiones. Él ha dado a conocer su verdad, aunque muchos de los que dicen creer en él, la desobedezcan o tergiversen. Una religión puede tener buenas motivaciones y sanas enseñanzas, pero si no se obedece desde el corazón, ni se ama al prójimo con sinceridad, entonces tal religiosidad se reduce a meras prácticas y vanos rituales. Motivo de discusiones, divisiones, pleitos y muertes. Y no se necesita una guerra para ello, podemos verlo a pequeña escala alrededor nuestro.

Dios es amor y es paz. Quien lo conoce realmente, tiene paz y ama. Diferenciemos lo verdadero de lo falso.

*Juan 10:10; Lucas 9:55,56



Comentarios

  1. XLuis MP7.4.23

    Muy buen artículo. Jesucristo lo dijo muy claro: No matarás. Los que lo han hecho usando su nombre han traicionado gravemente su doctrina.

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