Cuando la religión exige más que Dios
Creyentes
que se esfuerzan por hacer más de lo que Dios ha ordenado, que añaden prácticas
y tradiciones estrictas, que exigen a sus hermanos más de lo que la propia
Biblia enseña. Situaciones que originan discusión, confusión y tropiezo; además
de divisiones en los que unos se sienten mejores que otros. No es cosa nueva,
en los evangelios encontramos varios casos de religiosos que le exigían al
mismo Jesús, más de lo que las Escrituras sagradas ordenaban. Veamos algunos:
Dios les
había pedido a los israelitas que no trabajen el séptimo día de la semana, pero
había judíos que exageraron en su definición de “no trabajar”. Estos religiosos
acusaron a Jesús y sus discípulos de no guardar el día de reposo porque, al
pasar por unos sembríos arrancaron espigas y las restregaron para comerlas.
Para ellos esto equivalía a trabajar y por lo tanto habían desobedecido el
mandato divino. Jesús les demostró que estaban equivocados. Debería ser obvia
la diferencia entre cosechar y tomar con las manos un poco de alimento, pero
estos religiosos resultaron más exigentes que el mismo Hijo de Dios.
Dios también
había pedido a su pueblo que no se contamine cometiendo el pecado de las
naciones impías, como la fornicación, la idolatría, etc. Pero muchos religiosos
habían ido más lejos, y para no contaminarse con los “pecadores”, evitaban
sentarse con ellos o entrar a sus casas. Jesús les era una molestia porque era totalmente
diferente. Él conversaba con mujeres de mala reputación y entraba a comer en
las casas de los publicanos (recaudadores de impuestos para Roma, con fama de
ladrones). Pero Jesús no lo hacía porque compartía sus pecados o avalaba su mal
comportamiento, sino, por agradar al Padre, pues él le había enviado con una
misión: “buscar y salvar a los que se habían perdido”. Sí, Dios exigía no
pecar, pero no ordenó despreciar y olvidar al pecador, sino todo lo contrario:
Amarle y ayudarle a regresar al buen camino. Los religiosos, creyendo agradar a
Dios, terminaron haciendo lo contrario a su voluntad.
Un caso
más: Dios había dado a los judíos ciertas reglas como señal de su pacto y distinción
de los demás pueblos. Pero ellos habían añadido las “tradiciones de los
ancianos” como el ritual de lavarse las manos antes de comer. La orden no era
por motivos de salud e higiene, sino por una cuestión de pureza religiosa, para
no contaminar su interior y mantener su comunión con Dios. En cierta ocasión,
los discípulos de Jesús comían sin haber cumplido con este ritual y fueron
duramente criticados por los religiosos. Jesús les respondió que nada de lo que
entra en el hombre puede contaminarlo espiritualmente. Todo lo contrario, lo
que sale de su interior es lo que le contamina: deseos impuros, insultos,
mentiras, codicia, etc. Otra vez, los religiosos estaban exigiendo lo que Dios
no pidió, olvidando además cuidar lo más importante: la conducta y las
intenciones del corazón.
Los
religiosos suelen enfatizar las cosas externas y las formas, antes que las
cosas de fondo y del interior del creyente. Suelen dictar normas estrictas
respecto a la vestimenta, las comidas, cómo orar, cómo cantar a Dios, qué días
hay que ir a la iglesia, qué música escuchar, etc. Algunas de ellas quizás
necesarias de acuerdo a la cultura y circunstancias en que se observan, pero de
ninguna manera se las puede poner al nivel de las exigencias de Dios, que
tienen que ver más con el interior, las intenciones del corazón, los
pensamientos, o el nacer de nuevo; todo lo cual se hará evidente a través de
una buena conducta, honestidad, fidelidad, amor, compasión, generosidad, fe,
devoción, etc.
Cuando
los religiosos exigen más que Dios, se alejan de Dios. Actitudes así llevan al
orgullo, la justicia propia, desprecio a los demás, condenación, división y
tropiezo. Cuidado con las discusiones cristianas respecto a cuestiones de forma y no de fondo. No todo lo que los religiosos dicen es correcto. Hay que
leer la Biblia entendiendo a Dios. Porque como dice el eslogan: “Cristo no es
religión, es vida”
*Mateo 12.1-8; 15:1-20; Lucas 19:1-10
[Publicado en Diario Voces 23.01.2016]
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