Saliendo de la crisis política

Las aguas electorales ya se calmaron en nuestro Perú, felizmente. Muchos ya estábamos cansados de oír insultos, desprecios, mentiras y discusiones infructuosas. Ya pasó, pero una vez más se hizo evidente que tenemos un país polarizado: Una mitad que recuerda y apoya lo bueno que hizo el presidente Alberto Fujimori hace 20 años, y otra mitad que no olvida y rechaza todo lo malo que hizo el fujimorismo. Detrás de esta realidad emerge otra que debería producir mayor preocupación, que por 30 años venimos sufriendo una crisis política, ante la cual no hay visos de solución.

Nuestros procesos electorales son más una expresión de rechazo que de apoyo a propuestas. Partidos políticos poco creíbles, con escasa influencia. Líderes cuestionados y desacreditados. Militantes y seguidores poco leales; electores desinteresados y decepcionados. Sólo Fuerza Popular es un partido fuerte, pero su fuerza radica en un anhelo que vive del recuerdo, esperando que lo bueno se vuelva a repetir. Sin embargo no es un partido que destaque por sus propuestas, su ideología o sus líderes. Realidad que comparten todos los demás partidos. Nuestro próximo presidente Pedro Pablo Kuczynski  ganó con el apoyo de quienes ideológicamente lo rechazan. Paradojas de la política. Crisis que debería tomarse en serio.

¿Qué debe hacerse para que esto cambie? Evidentemente la respuesta está en un trabajo de expertos e involucrados, que algún día esperamos se de (y ojalá sea pronto, porque van pasando tres décadas). Pero, como los ciudadanos somos la parte involucrada decisiva y no necesitamos ser especialistas para elegir ni opinar, aquí va mi aporte. Por una parte cansado de oír solo críticas y rechazos sin propuestas; y por otra, con el anhelo de que otros se animen a dar sus propuestas, cada quien
desde su contexto y experiencias.

Desde mi perspectiva, la crisis política no es más que el resultado de la crisis familiar, moral y educacional que vivimos. Las autoridades y políticos son lo que son, porque así los fabricamos en la casa, en el colegio o con los medios de comunicación, sin valores, sin convicciones, sin una visión de justicia y rectitud. Mientras no eduquemos mejor al ciudadano, ni tomemos en serio la formación en valores, ni revaloricemos el ideal de familia; tendremos siempre “productos políticos” deficientes, muchos líderes mal formados; y por ende, un estado y sociedad como la que hoy vemos, o peor.

La formación en valores debería ser el principal punto a abordar, con un organismo que lidere un encuentro de educadores, ONG, iglesias, medios de comunicación y más. Con un plan para los próximos veinte años, definiendo una agenda de valores, con un denominador común, para que éstos se fomenten de manera insistente y programada, desde diferentes ópticas y formas. Por ejemplo, con la religión, se puede reunir y conversar con los diferentes líderes religiosos para que cada quien en su congregación no se dedique sólo a la liturgia, ni a prometer bendiciones, o enseñar acerca del cielo o del diezmo; sino, llamando al cambio personal, familiar, social, en paz y con respeto; promoviendo la ayuda, la honestidad, la firmeza en las convicciones, e inculcando el desprecio hacia lo malo e ilegal. Un creyente fiel hace el bien por motivos más elevados, e influye en su comunidad – como dijo Jesús – “es la sal y luz del mundo”.

Las líneas de acción son muchas. Los partidos políticos deberían hacer un “mea culpa”, con un real deseo de cambio, eligiendo mejor a sus líderes, los de probada rectitud. Con una presencia continua y no sólo de unos meses antes de las elecciones, mostrando así su preocupación por la gente; organizando debates, charlas que beneficien a la comunidad, cursos de liderazgo, en el que se destaque la importancia del respeto, la verdad y la honestidad. Quizás así puedan empezar a cambiar la reputación que tienen.

Los medios de comunicación deben pagar su “deuda moral” para con la sociedad, usando su poder para influenciar a bien. De igual manera el poder legislativo y judicial… pues necesitamos ver con urgencia, leyes justas aplicadas justamente. El peruano debe aprender a respetar y temer la ley. Educación democrática, cultura del diálogo, respeto al semejante, amor a la verdad... ¡Cuántas cosas hay para enseñar!


Desde un punto de vista bíblico, La crisis política y social es fruto de una crisis espiritual. Es el resultado de ignorar los mandatos de Dios y apostar sólo por el criterio humano (y de moda). De ahí que en la última publicación hice un llamado a los creyentes para que no dejemos de orar por nuestro país. Dios puede usar personas claves, mover circunstancias, sensibilizar conciencias… los cristianos nunca debemos perder la fe. Tenemos un "poder" en nuestras manos, la oración. Con Dios podemos salir de todo tipo de crisis, incluso de ésta, nuestra crisis política.



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