Oraciones a favor de la selección de fútbol (II)

¿Escucha Dios las oraciones a favor de una selección de fútbol? Esta es la pregunta que no terminamos de contestar la vez que hablamos de las oraciones de Pedro Suárez Vértiz. Para él, la respuesta es un sí contundente, Dios escuchó la petición de un pueblo sediento de victoria. Y así agradeció:
“Gracias padre mío. Te lo agradecemos en el bendito nombre de tu hijo Jesús. Toda la gloria es tuya. Gracias por estos aguerridos jugadores, gracias por la incansable hinchada, gracias por la revolución de Gareca, gracias por la mano escondida de Oblitas, gracias por escuchar nuestras oraciones, gracias por esta inmensa alegría que tanto necesitábamos. En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios! Amén. ¡El triunfo tan soñado fue alcanzado”
Quien también atribuyó la clasificación peruana a la ayuda divina fue el defensor Alberto Rodriguez, capitán de nuestro equipo en los partidos de repechaje y creyente; cada vez que declaraba, le daba la gloria a Dios. En el congreso de la república no se calló y lo dijo una vez más: “En primer lugar quiero agradecer y glorificar a Dios porque él es el que permitió que estemos donde estamos”.

No creo que Dios esté interesado en cada partido de fútbol o esté atento a los hinchas que tengan más fe para ayudar a su equipo; pero, al igual que Pedrito, “el mudo Rodriguez” y otros muchos más que también oraron, sí creo que en determinadas circunstancias, y por propósitos especiales, Dios responde oraciones como estas. En este caso, creo que su propósito ha sido enseñarnos y llamar nuestra atención hacia él.


Dios siempre habla. Con algunos lo hizo de manera audible y a través de visiones; hoy lo sigue haciendo través de la Biblia, de personas, de circunstancias y a través de la vida misma. Por supuesto, la Biblia siempre será el medio principal, pero ella misma nos insta a mirar y aprender de las aves, de las flores, del agricultor, del pastor, del soldado y hasta de los deportistas que competían en las olimpiadas griegas.

La Biblia* resalta el esfuerzo y disciplina de los atletas aun cuando van tras una medalla que no llevarán a la eternidad, y nos insta a poner igual esfuerzo y disciplina en nuestra vida espiritual ya que con ello obtendremos una “corona incorruptible” y eterna. La Biblia dice que el creyente debe ser como el corredor, que prosigue a la meta con perseverancia  y no se queda mirando atrás. La Biblia nos inspira con los que compiten en la lucha libre para que no “golpeemos al aire”, sino dominemos con fuerza al rival, que no es otro que uno mismo, sometiendo así lo malo de nosotros para hacer lo correcto. La Biblia nos pide que miremos cómo el deportista debe obedecer las reglas para no ser descalificado, pues en la vida ¡nosotros también tenemos reglas! No podemos “ganar” haciendo trampa, desobedeciendo las reglas de Dios.

Creo que en estas clasificatorias Dios le habló nuevamente al Perú: ¡Aprendan! ¡Hagan lo mismo! Imiten el buen liderazgo y el trabajo en equipo, la unidad, el juego limpio, la humildad, la renuncia, la disciplina, el esfuerzo, la perseverancia y el ánimo constante. A pesar de los resultados desfavorables nunca se rindieron, desafiaron las estadísticas y lograron lo que parecía imposible, rompiendo con el lastre de 36 años de fracasos. Hoy, el Perú sigue enfrentando rivales que no ha podido vencer por muchos decenios: Inseguridad ciudadana, violencia, pobreza, desorden, corrupción, decepción… Sólo habrá victoria si se trabaja en unidad, dejando el odio y los intereses personales a un lado, con disciplina, de la misma manera que lo hizo la selección. Tomará muchos años, cierto, pero ¡sí se puede!

Y hay que hacerlo invocando a Dios, pidiendo su ayuda. Si él puede ayudar a un equipo de fútbol que se esfuerza, ¿cómo no ayudará a ciudadanos que se esfuerzan en ser justos y honestos? Lo que vivimos en el Perú es el resultado de una crisis de valores, una crisis espiritual; por lo que se requiere volver con arrepentimiento a Dios, pidiendo su intervención, orando con sinceridad y fe “en el nombre de Jesús”.  Necesitamos un milagro.

Después de la clasificación, las calles en el Perú parecían distintas. La gente estaba animada, sonreía, el aire social y político se refrescó, aunque por muy poco tiempo. Fue una alegría, válida y necesaria, pero no duradera, sin un impacto importante en los destinos del país… a menos que prestemos atención, aprendamos la lección y sigamos el ejemplo dado. “Dios es peruano”.


*1Co.9:24-27: Fil.3:12-14; 1Ti.2:3-7; 2Ti.4:7



Comentarios

  1. Estoy totalmente de acuerdo. La gente suele pedir a Dios por asuntos que son solamente y egoístamente humanos. Siempre piden para su satisfacción personal. Pero a alguien le importa el dolor ajeno?, alguien se acuerda de pedir en sus oraciones cambio de corazón? alguien pide a Dios ´que le de fortaleza para superar los avatares de la vida? No, lo que piden es quítame los problemas, dame, dame, dame...

    ResponderEliminar
  2. que excelente página! excelente esta reflexión. Ayer tuve un sueño acerca de horóscopo cristiano, en medio de la madrugada lo anoté en un papel y ahora que me acordé lo busqué en google y entre a tu publicación del 2012 del horóscopo cristiano. o busqué expectante de que Dios me mostraría algo distorsionado que está confundiendo a su pueblo (ya que nunca había oído de algo así) y por el contrario ví una maravillosa inspiración que describe a la perfección a 2 tipos de cristianos y a los incrédulos. Dios hace tiempo me llevó a ordenarme para ser yo la que sirve a Jesús y no ser la Servida por Jesús, y esto me trajo mucha confrontación en mi familia y me causa mucha tristeza ver que no entienden que solo ponen a Jesús como complemento para su realización personal... creo que esa publicación va a mostrarle muy bien a los cristianos los dos tipos de cristianos, porque no todo acaba en haber recibido a Jesús, eso solo es el comienzo y los hacedores de maldad son hijos de desobediencia

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Biblia no prohíbe la transfusión de sangre

Los Gedeones

Un puente entre Dios y los hombres