No a la celebración sin razón
Nos gusta celebrar. Celebramos el día de la Madre, Fiestas Patrias, Semana Santa, Navidad, Año Nuevo. Festejamos los cumpleaños, el nacimiento de un niño, los aniversarios de bodas, de las instituciones y de la provincia. Y aunque en el día de las madres son ellas las que más trabajan, y la semana santa, de santa no tiene casi nada, y otras muchas celebraciones se conviertan en pretexto; aún así, todas tienen una razón.
Pero en estos últimos años, y cada vez con más fuerza, los medios de comunicación nos están vendiendo la “Fiesta de Halloween”; una celebración ajena a nuestra tierra, sin motivo y sin razón; que poco a poco y sin darnos cuenta, la estamos comprando a un precio muy alto.
“Halloween” es conocido por ser la noche de brujas. Una fiesta celebrada masivamente en los Estados Unidos, donde los niños se disfrazan de hechiceros, vampiros, fantasmas, mounstros, diablos; y salen a las calles a pedir caramelos a las casas, amenazando con hacer “una travesura” a quienes no le dan lo pedido (algo así como un asalto infantil). Los jóvenes bailan en discotecas decoradas como un cementerio, con tumbas, telarañas y esqueletos; festejando… en realidad no saben qué: ¿será a la muerte?, ¿al miedo?, ¿al mal?... la verdad es que casi nadie se pregunta; pero al final tampoco importa. Para ellos cualquier pretexto es válido para divertirse.
Y de Halloween, ya ni los centros educativos se salvan. Hay jardines de infancia y escuelas primarias que en estas fechas programan alguna actividad para que los pequeños asistan disfrazados. Aunque ninguna de las maestras podría explicar a sus alumnos el propósito de la actividad (excepto que será calificada). Cualquier padre de familia que pida una justificación podría hacer las más elementales preguntas y tampoco oiría respuestas satisfactorias. ¿Cuáles son los objetivos de la actividad? ¿Qué mérito tienen las brujas?; ¿ó es que hay algo bueno en lo oculto y malo que merezca festejarse?. Si un maestro promueve y califica la celebración de una fiesta sin sentido, está enseñando a su alumno a aceptar las cosas sin razones ni cuestionamientos, y esa “educación” no es nada provechosa. Y ni qué hablar de la tremenda contradicción de celebrar motivos diametralmente opuestos: Un día se dice celebrar una fiesta religiosa por amor a Dios, y otro día se celebra el mal, al Diablo y todo lo que Dios condena. Porque si no lo sabe, la Biblia prohíbe terminantemente las prácticas afines a la hechicería, la adivinación y el espiritismo (lea por ejemplo en el libro de Deuteronomio, el capítulo 18, versículos del 10 al 12).
Nuestros niños deben aprender a desarrollar su criterio propio; a no aceptar todo lo que el mundo ofrece, ni hacer algo simplemente porque “todos lo hacen”. Nuestros jóvenes deben aprender a tomar decisiones con razón y convicción; y a rechazar todo aquello que vaya en contra de lo que es bueno y contradiga el sentido común, por más atractivo ó divertido que parezca ser. Pues como vemos a diario, se paga un precio muy alto cuando se disfruta sin pensar, se decide sin razonar, y se sigue sin cuestionar. Incluso en asuntos de fe.
Creo que todavía estamos a tiempo de evitar que la celebración sin razón “Halloween” se popularice en nuestra región. Los maestros, padres, comunicadores, empresarios y líderes en la comunidad, tenemos la oportunidad y el deber de de enseñar a nuestros hijos a pensar, y luego actuar… y porqué no, también a celebrar.
Publicado el 24 de octubre del 2009
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