¿Porqué el Señor te la quitó?
¿Por qué se fue y por qué murió?, ¿Por qué el señor me la quitó?
Se ha ido al cielo y para poder ir yo; debo también ser bueno para estar con mi amor...
Quién no ha escuchado y hasta cantado esta canción… nuestros padres la bailaron y se enamoraron con ella. “El último beso” es un clásico de los 60’ y su rítmica y bonita melodía hace que se pase por alto la triste historia que cuenta; y que en esta oportunidad (al igual que por décadas otros lo hicieron) quiero también hablar de ella.
Íbamos los dos al anochecer; oscurecía y no podía ver
yo manejaba, iba a más de cien; prendí las luces para leer
había un letrero de desviación; el cual pasamos sin precaución
muy tarde fue, y al frenar; el carro volcó y hacia el fondo fue a dar...
No, el conductor no es peruano. Pareciera. Pues, para nuestro mal, no nos sorprende ver conductores manejar como ciegos, correr como perseguidos y pasar de largo sin hacer caso a ninguna señal de tránsito. Se dice que el autor de la canción se inspiró en un accidente de adolescentes en Norte América. Triste referencia de las consecuencias que traen nuestras malas acciones. La irresponsabilidad siempre nos lleva a ingratas consecuencias.
Pero lo más triste de esta composición no es la muerte de la chica, sino la actitud con que se interpreta ese desenlace fatal. Porque no es sólo la letra de una canción, sino la realidad que se repite cada día. Este joven conductor, que pasó de largo sin hacer caso a la señal nos cuenta de su elección diciendo: “pasamos sin precaución” ...¿Será que tiene más de una personalidad y por eso habla en plural? ¿el auto tenía dos timones? No, sólo esta evadiendo su responsabilidad y la involucra también a ella. ¡Resulta que la victima también tiene la culpa! ¿No le parece común esta actitud?
Los seres humanos tenemos la tendencia a “suavizar” nuestros errores, a evadir nuestras responsabilidades. No nos gusta decir: “fue mi culpa”, “yo hice mal”…. preferimos no caer solos. Las excusas abundan y si se puede culpar a Dios, pues también vale. Como en esta historia, el joven se deja llevar por su dolor y en su nublada visión le culpa a Dios: “¿Por qué se fue, porque murió?, ¿Por qué el Señor me la quitó?”… Bien quisiéramos responderle: "¿Dices que porqué te la quitó? ¡No te la quitó! Tu irresponsabilidad le costó la vida". Como tantas veces ocurre. Sucedió con él, también sucede con nosotros
No sólo en las carreteras, sino en todos nuestros quehaceres, en el trabajo, los negocios, la familia, en relaciones amorosas, etc. Si tomamos malas decisiones, nos irá mal. Muchas cosas malas que nos pasan y pasan a nuestro alrededor no son culpa de Dios ni de otros. Son por culpa nuestra, por no tomar buenas decisiones, por dejarnos llevar por las emociones, por la presión del grupo, por intereses deshonestos, y por no obedecer las “señales” y las indicaciones que Dios nos da en la Biblia para transitar bien por esta vida.
Triste también la mencionada creencia popular: “hay que ser bueno para ir al cielo”… porque, pensándolo bien: ¿quién es realmente bueno? Nuestro esfuerzo en ser buenos refleja nuestra intención de serlo, pero no que lo logremos. Jesús dijo: “Ninguno hay bueno, sino sólo Dios". Si alguien pretende ganarse el cielo con su propia bondad, nunca lo logrará. La Biblia declara que para ir al cielo primero hay que arrepentirse y confesarse culpables. A la vida eterna irán aquellos que no evadieron su responsabilidad sino que la asumieron y pidieron perdón, y lo demostraron; poniendo su fe, toda su confianza en la obra exculpatoria de Cristo Jesús. “Buenas nuevas” que traen alegría y una vida nueva al arrepentido corazón.
Publicado el 24 de mayo del 2010
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