Sobreexposición sensual
Mucho ha dado que hablar la aprobación del proyecto de ley para sancionar penalmente a los directores de medios de comunicación que difundan contenido obsceno o pornográfico. El tema da que pensar. Más allá de las fundamentadas críticas (por estar ya contemplado en la ley, ó porque la norma realmente no protege al menor de edad, ó porque permite ser usado como pretexto para callar algún medio opositor)el tema en sí, ha revelado la incapacidad que la sociedad tiene para definir lo que es inapropiado y obsceno, y por lo tanto incapaz de legislarlo. Además reveló la subestimación que autoridades y reconocidos líderes de opinión le dan al asunto, considerándolo ocioso y hasta irrisorio. Incapacidades y actitudes que debieran preocupar.
En las primeras décadas del siglo pasado, los trajes de baño cubrían todo el cuerpo y ciertos besos eran censurados en las pantallas de cine. Ahora ¡cómo han cambiado los tiempos! Todos los besos están permitidos (¡y qué besos!) Ya no importa si quienes se besan son del mismo sexo, si tienen una relación de parentesco, o si se dan entre adultos y menores de edad... todo se muestra como “normal” y “aceptable” en todo tipo de series y películas. En los comerciales abundan las mujeres semidesnudas y pareciera que los mejores participantes en los concursos de bailes son aquellos que incluyen pasos, movimientos y toques que simulan actos sexuales. "Estamos en democracia", "hay libertad", "es en horario nocturno"... Cierto, ¿pero que de los resúmenes, vídeos, noticias que se pasan durante el día y que los niños ven?; ¿y qué de las mujeres que posan en las portadas de periódicos y que se cuelgan en los kioskos a la vista de todos?
¿Todo está bien? ¿Por la libertad de expresión, todo debe ser permitido? ¿Cuántos se dan cuenta que estamos exponiendo diariamente a nuestros hijos y jóvenes a altas dosis de sensualidad? Por ejemplo,en los programas y fiestas infantiles: ¿qué necesidad hay que la conductora y sus chicas bailen en minifalda? (¿será para que los padres acompañen a sus hijos?). En programas de concursos: ¿Porqué hacer competir a los adolescentes con juegos y actividades sensuales? (¿atrae más? ¿más "Rating”?) Y ni hablar de los colegios secundarios que realizan concursos de belleza con alumnas desfilando en bikinis, o que permiten presentaciones de bailes como el “Perreo”. ¿Es que acaso los profesores ya han olvidado cómo las hormonas actúan en los años de adolescencia? ¿Acaso los centros de educación no debieran enseñar el dominio propio, el correcto uso del sexo, y propiciar el retraso en la iniciación sexual? ¿Acaso no significa nada el número de embarazos adolescentes, de jóvenes contagiados con alguna ETS, ó niños menores de 12 años que han tenido ya un encuentro sexual? ¿Aún así hay que seguir sobreexponiendo a nuestros niños y adolescentes a la sensualidad? ¿Nuestra sociedad ha perdido el criterio? Por lo visto parece que sí. Y hace rato.
En este tema, la sociedad ya no discierne lo bueno de lo malo, lo suficiente de lo excesivo. No sabe ni se atreve a decir: “hasta aquí no más”. No pienso que deberíamos promover los patrones de moral de 1920, ni creo que la vestimenta de las mujeres debiera ser como el de las “tapadas” limeñas. Pero si creo, como muchos, que la verdadera libertad tiene límites; de lo contrario, se pervierte, daña y se torna en libertinaje. Saturar nuestra sociedad con imágenes sensuales e insinuaciones eróticas; donde casi todo se permite si satisface y gusta; exaltando así lo sensorial y lo físico; afecta negativamente la escala de valores, la conducta sexual, la valoración y respeto a la mujer, la familia, etc.
“Todo me es lícito, pero no todo conviene” ecribió el rabino y apóstol Pablo hace casi dos mil años, y es un criterio base para el tema en cuestión. No se trata sólo de regulaciones (difíciles de establecer y hacer cumplir); sino de enseñanza y formación. Es un asunto de ética, de principios, de madurez moral y desarrollo espiritual, que nuestras autoridades y profesores no debieran más obviar.
Publicado el 3 de julio del 2010
el mal aumenta en la sociedad, el amor decae, disminuye la fe, una verdad dolorosa que no podemos negar...
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