“Dios: Si me ayudas te prometo…”
¡Cuántas oraciones se han elevado a Dios pidiéndole ayuda a cambio de una consagración! Los casos abundan y los ejemplo sobran: "Si salvas mi hogar, te prometo que cada mes haré una donación para los pobres..."; "Si sanas a mi hijo prometo ir todos los domingos a la iglesia..."; "Si me sacas de la miseria, te obedeceré siempre...". Oraciones sinceras de personas que desesperadas recurren a su Creador, quien todo lo puede; pero que también ha sido ocasión para revelar la rebeldía, la ignorancia y el orgullo propio que tenemos los seres humanos.
La rebeldía se hace evidente con una simple pregunta: ¿Qué hará usted, si Dios no responde a su petición…? ¿Ya no dará nada a los pobres?, ¿Nunca irá a la iglesia?, ¿No obedecerá a Dios? Porque si lo que promete hacer es algo bueno, entonces ¿porqué ya no lo está haciendo? Y si no lo hace hoy, (y quizás no lo haga después), entonces sale a luz que realmente usted no respeta a Dios ni le agrada hacer el bien. Sólo lo haría por conveniencia.
Es también una torpeza de grave ignorancia espiritual creer que prometiendo así le hacemos un bien a Dios. ¡Como si él necesitara un favor nuestro! No señores, cuando hacemos el bien no le hacemos un favor a él, ¡nos lo hacemos a nosotros mismos! Al no ser misericordiosos, no dar tiempo para oír sus enseñanzas, o no obedecerle, somos nosotros quienes perdemos, nuestras familias y la sociedad.
Y es que el orgullo nos hace creer que estamos en condiciones de poder ofrecerle algo a Dios cuando todo es de él. Él es el soberano, Señor de Señores y Rey de Reyes. No podemos; ni siquiera deberíamos intentar condicionar nuestra obediencia, porque si creemos que Dios existe hay que obedecerle como a tal. Dios no es nuestro sirviente ni está obligado a darnos todo lo que le pedimos. La realidad trasciende a lo que vemos y sus propósitos son más altos de lo que podemos imaginar. Más bien debería haber en nosotros humildad, pues como la Biblia* declara, todos hemos hecho lo malo y ninguno de nosotros estamos en condiciones de hacer tratos y menos exigirle algo al que es tres veces Santo.
Todo lo que recibimos de Dios es por gracia. Y su gracia se manifiesta en la Biblia y en la vida diaria respondiendo a oraciones como estas. A veces lo hace para mostrarse y ayudar a la fe; otras porque corresponden a una actitud de arrepentimiento; otras por su simple misericordia. Así, vemos como Dios ha unido matrimonios, ha sanado, ha hecho milagros y resuelto problemas que no parecían tener solución; porque Dios es amor, es paciente y es fiel.
Sin embargo, a pesar de recibir dicha gracia, cuántas veces los que hicieron sus votos se olvidan de cumplirlos. Dios cumplió; ellos por poco tiempo. Ven el matrimonio restablecido, el hijo sano, el problema resuelto… y como al parecer ya no hay más necesidad de Dios se olvidan de él. Son como aquel político que pide votos, pero una vez elegido olvida lo prometido. Son como el hombre que con halagos y promesas enamora a su mujer, pero una vez 'suya' la descuida. Son como aquel que por conveniencia se muestra amigo, pero una vez obtenido el favor da la espalda.
Con el Creador no podemos proceder así. Por eso, con reverencia mantengamos presente en nuestras mentes la advertencia bíblica*:
"No te apresures a hacer promesas a Dios, pues él está en el cielo y tú sobre la tierra... Cuando hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque a él no le agradan los necios. Cumple lo que prometes. Pues es mejor no prometer; que prometer y no cumplir.”
*Romanos 3.23: Eclesiastés 5:2,4
Publicado el 27 de agosto del 2011
Ammen Y Amen. Dios Le Bendiga Siempre, Gloria A Yeshua Hamashiaj, Amen.
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