La importancia de la Fe
Sin fe, sin confianza no haríamos nada. No tendríamos
amigos, no nos casaríamos, no haríamos transacciones comerciales, no iríamos a
un doctor, no subiríamos a un avión; porque confiamos en otros es que podemos
sostener las relaciones humanas (aun si lo hacemos con ciertas reservas).
Y de manera similar, sin
fe es imposible agradar a Dios, porque quien se acerca a Dios, debe creer en
primer lugar que él existe, y que recompensa a quien le busca*, tal como lo
dice el autor de la carta a los Hebreos, en las Escrituras Cristianas. No se
puede tener comunión con Dios sin confiar en él.
Esto es lo que se perdió en el principio, en el Génesis. Adán
y Eva desconfiaron de Dios. Como sabemos, ellos tuvieron que decidir en quién habrían de
poner su confianza: En Dios, quien los había creado y con quien tenían comunión;
o confiar en ese personaje inquietante conocido como la serpiente, el diablo,
que contradecía la orden de no comer del fruto prohibido. “No morirán, sino que
sabe Dios, que el día que coman del fruto, serán como él”… en otras palabras
les decía que Dios no es digno de confianza, sino un ser egoísta que cuida
sus propios intereses prohibiéndoles lo mejor, asustándolos para tenerlos
siempre sometidos… "¡ustedes pueden liberarse de sus imposiciones y mandatos! ¡Ustedes
pueden ser como él! ¡Ustedes pueden ser dueños de sí mismos!" Y al igual que
nosotros, ellos le creyeron.
Y la desconfianza llevó a la desobediencia. Y la
desobediencia rompió la comunión con Dios. Si bien Adán y Eva no murieron ese
día, empezaron a “morir de a pocos”, a envejecer, a debilitarse y a enfermarse,
para luego morir. No sólo empezaban a morir físicamente, sino que murieron espiritualmente ya que se
separaron de la fuente primaria de vida, sin Dios, sin lo bueno, sin lo justo, rumbo a una muerte eterna, o como lo describe Apocalipsis: “La muerte segunda”.
Sin embargo, ya que fue la falta de confianza la que acarreó
desobediencia, y la desobediencia trajo la muerte; una confianza restablecida dará
lugar a la vida, y la vida a una nueva obediencia. Por esto es que el perdón y la
comunión con Dios se obtienen por la fe, tal como lo expresa claramente el apóstol Pablo en su carta a los Efesios*: Por gracia somos salvos (sin merecerlo), por
medio de la fe. Y esto no es algo que conseguimos, sino que es un regalo de
Dios, no por obras, para que nadie se jacte de merecer a Dios. Pues “El justo
por la fe vivirá”.
La fe es vital. Hay que creerle a Dios. Es necesaria para creer lo que la Biblia
dice: que estamos perdidos y que Cristo es suficiente para salvarnos de la muerte física,
espiritual y eterna. Es necesario confiar en él como único Señor (para
obedecerle) y único Salvador (para tener paz), porque es el único medio dado
por Dios ya que ninguno de nosotros puede ser lo suficientemente bueno para “ganarse”
el cielo. Es necesario creer en sus promesas para vivir con
esperanza, ya que con él traerá un mundo nuevo, un mundo mejor.
Los siglos y siglos de historia humana demuestran que el
hombre por sí sólo no puede cambiar. Miles de años de avance en las ciencias,
las artes y las letras, y sigue el hambre, la injusticia, y la falta de
misericordia. Necesitamos confiar en aquel que nos creó, nos conoce y puede
transformarnos. Necesitamos volver a Dios, pues él
nos ha creado en Cristo Jesús para que hagamos buenas obras.
“Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna.”
* Hebreos 11:6; Génesis
3; Efesios 2:8-10; Romanos 1:17; Juan 3:16
[Publicado el 8 de setiembre del 2012]
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