¿Qué hacemos con la pornografía?


Estaba alojado en un hotel de Tarapoto con mi familia, cuando buscando en la televisión un canal infantil para mi hijo, me encuentro sorpresivamente con un canal “para adultos”. La imagen era en blanco y negro con un sonido de pitido cuya intención era interferir el audio y la imagen, pero infructuosamente, ya que la imagen era perfecta aunque en dos colores. Fue sólo un segundo, en el que para mi tranquilidad mi hijo de cinco años se distrajo mirando para otro lado. Pero debo confesar que la situación me causó un sobresalto. ¿Qué hubiese pasado si mi hijo hubiese visto lo que yo vi o si él hubiese estado con el control remoto buscando su canal sin mí? Ya me imagino la avalancha de preguntas que me hubiese hecho, y ni quiero imaginarme el efecto que hubiese causado en su desarrollo al fijarse en su mente esa escena. Su mente todavía no comprende la sexualidad y menos si la muestran como una práctica entre más de dos personas.

Las leyes (desgraciadamente) protegen la difusión de la pornografía que se supone debe ser “sólo para adultos”. Pero ya es más de una vez que en hoteles de buena reputación, noto que las imágenes que deberían estar bloqueadas son demasiado claras. Si alguien desea vender pornografía y ganar dinero desvirtuando la sexualidad que Dios creó, que lo haga a quienes deciden verla, pero que nuestros hijos no la reciban gratis. ¿Qué hacen las autoridades que no supervisan que la restricción se cumpla? ¿Hay alguna multa por su incumplimiento? ¿Dónde está el dueño de la empresa de televisión que no se preocupa por bloquear 100% esta señal? ¿Y los trabajadores del hotel? ¿No deberían revisar que dicho canal sea borrado de la memoria del televisor? ¿Dónde están los padres de familia que no manifiestan su preocupación a situaciones similares?


Por si no se ha dado cuenta, hoy la pornografía está al alcance de cualquier niño. Puede que se encuentren con ella en un hotel como el caso contado. Pueden verla en la computadora de su propia casa, cuando al buscar una página en internet de su héroe o su cuento preferido se encuentre con su versión “para adultos” (¿En qué tiempos estamos que ni lo infantil se respeta?). Y en el caso de que usted sea uno de esos pocos padres que saben bloquear en su computadora el acceso a dichas páginas, basta con que su hijo adolescente se vaya a una cabina de internet, digite unas cuantas palabras, haga “click” y por el módico precio de S/.1.50 la hora, vea todo lo que quiera y desea. Y cuando digo “todo”, es “todo”, aún aquellas grotescas y bestiales perversiones que ni siquiera puede imaginarse, pero que existen, y son practicadas, fotografiadas, difundidas, “consumidas” por quienes usan de su derecho a la “libertad sexual”.

Hace 30 años la situación era diferente. Usted debe recordarlo: Si un compañero de clases quería ver pornografía en primer lugar debía tener dinero. Luego tenía que tener la osadía de ir a un puesto de periódicos y tener “la suerte” de que el vendedor se arriesgue a venderle esa revista. Tenía que comprar además un periódico de formato grande para ocultarla. De manera similar sucedía al comprar o alquilar una cinta de video. Ir a un cine para adultos era aún más difícil. Y lo que unos cuantos amigos conseguían, era de sus hermanos mayores o tíos. Esas restricciones "naturales" de antes como la falta de dinero, la vergüenza  o la negativa de un vendedor ya no limitan a ningún menor de edad. Hoy los niños pueden ser consumidores de pornografía.

¿Qué debería hacerse con la pornografía? Sencillamente debería prohibirse. Y si “no se puede”, (por la mal entendida libertad de expresión), que se prohíba su difusión libre por internet o por televisión. Que no sea gratis. Quien quiera ver que pague con su tarjeta de débito o crédito, y que estos sean los únicos medios para acceder a ella. Una regulación a nivel nacional e internacional que parece que a nadie le importa proponer, ni a nuestros congresistas ni autoridades.

En lo personal, sé que aunque cuide lo que vea mi hijo no podré estar con él todo el tiempo. A pesar que le enseñe y le advierta, supongo que algún día lo verá en la casa de algún compañero. Sólo espero que no sea pronto sino de aquí a muchos años. Y espero también desarrollar tal confianza con él, que cuando suceda, me lo cuente, para reiterarle que esto no es lo que Dios quiere, que es pecado, que es el resultado de pervertir el orden de Dios, porque exalta la satisfacción de los deseos sin amor y sin restricciones, y denigra a la mujer tomándola como un objeto para usar, (pagar y botar). Mero libertinaje en el que se disfrazan las consecuencias con lindos rostros, ideales cuerpos, y falsas sonrisas. Pero cuyos efectos en la mente, las emociones y las relaciones se verán por generaciones, porque hoy como nunca antes la pornografía está al alcance de todos. Y si no se ha dado cuenta es porque no accede al internet, como sí lo puede hacer su hijo. 


Comentarios

  1. Gracias por estos mensajes tan llenos de contenido interesante.
    Muchas bendiciones, le quiero dejar la invitación a mi reciente blog, enlazado con mi pequeño espacio radial.
    Hasta pronto, Dios le bendiga

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