De un extremo a otro

Hace medio siglo los padres criaban a sus hijos con mucha severidad. Esos niños crecieron y por la dura experiencia que vivieron, ahora, en su papel de padres se han ido al otro extremo. Ya no corrigen ni disciplinan a sus hijos. Les dan todo lo que les piden, los consienten, los engríen en demasía. Esto, sumado a otros factores como el poco tiempo que pasan con sus hijos, da lugar a una generación de niños que cada  vez menos respeta a los adultos, a los profesores, ni siquiera a sus propios padres. No conocen de reglas ni deberes. Por extensión, cuando sean adultos tampoco respetarán la ley.

En nuestra sociedad del siglo pasado se veía mal a las madres solteras y a los hijos nacidos fuera del matrimonio a quienes se les llamaba “bastardos” y recibían el estigma de “hijo ilegitimo”. La sociedad cambió y hoy no haya tal distinción ni discriminación, pero nos fuimos al otro extremo. Cada vez se valora menos el matrimonio y poco importa si el hijo nace o no dentro de un hogar constituido.

Con la sexualidad sucedió que de un extremo nos fuimos a otro peor. Hablar de sexo en la casa o dar una charla de educación sexual en el colegio era impensable en el pasado, pues era considerado malo, sucio. Pero de un extremo tabú hemos llegado a un extremo libertino. Hoy se habla de sexo explícito, libre, sin restricciones ni responsabilidades por todas partes, con pornografía gratuita por internet y de libre accesibilidad para cualquier niño que tenga un moderno celular. Las canciones y programas de televisión muestran un disfrute sexual sin límites donde todo parece bueno y correcto, sexo entre adolescentes, infidelidad, prostitución, homosexualidad, relaciones de a tres o más, intercambios de pareja, etc. De la  represión pasamos al libertinaje.

Con las creencias y la fe sucedió lo mismo. En el pasado había una religión oficial en nuestro país y quienes no compartían la misma fe eran relegados y hasta perseguidos, no ingresaban a ciertos colegios y ni de muertos podían entrar a un cementerio público. Las leyes cambiaron y hoy contamos con libertad de culto pero encaminados hacia otro extremo. Con la premisa de que se debe respetar todas las confesiones por igual se terminará por impedir la libre expresión de las mismas; tal como ya sucede en ciertos “países desarrollados” en donde está prohibida la exhibición de una imagen religiosa en una oficina pública, o la mención de Dios en los colegios y la oración por los alimentos en el comedor de una universidad, todo ello “para no ofender a los de diferente credo”.  De un extremo de persecución nos vamos al otro de represión.

¡Equilibrio! Necesitamos un sano equilibrio. Si usted ha navegado en una balsa o un bote, entonces conoce la importancia de equilibrar el peso en la embarcación, distribuyéndola a ambos lados para evitar que se voltee. De la misma manera sucede en la vida. Darle peso a posiciones extremas nos conducirán a un naufragio moral, y esto al caos, el cual ya estamos viendo en nuestra sociedad. Nuestros legisladores deben producir derechos y deberes “equilibrados”, regulando no solo la realidad existente sino creando una mejor; considerando tanto la sabiduría del pasado como los hallazgos del presente; diferenciando la permisión de la aprobación; pues aunque todo pueda ser lícito, no todo conviene ni edifica.*


A nadie le es fácil encontrar un sabio equilibrio en la vida. Sea por la formación recibida, prejuicios o intereses personales, todos tendemos a inclinarnos hacia un lado. Pero los cristianos contamos con la ayuda de la Biblia. Allí encontramos por ejemplo, que a los hijos hay que disciplinarlos pero “en el Señor”, con amor y paciencia. Que los hijos deben nacer dentro de un matrimonio, con padre y madre, pero sin discriminar a nadie porque ante Dios todos somos de igual valor. Que la sexualidad es buena y bella, pero en la intimidad, y entre dos personas que verdaderamente se aman. Y si Dios da libertad para elegir que creer y vivir, ninguna ley debería prohibir expresar la fe.

En Dios hay equilibrio. En su Palabra hay sabiduría y guía. Cuídese de los extremos de este mundo y céntrese en Dios. Haga suya la oración del salmista*: “Señor, muéstrame tus caminos, guíame por tus senderos… encamíname en tu verdad”.


*1ra de Corintios 10:23; Salmo 25:4





Comentarios

  1. Anónimo16.10.13

    todo bien, de acuerdo , solo la figura creo que deberías sacarlo .

    ResponderEliminar
  2. Anónimo21.10.13

    intereante , pon msa cosas . ahh por que sacaste tu foto ? en tu perfil

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Biblia no prohíbe la transfusión de sangre

Los Gedeones

Un puente entre Dios y los hombres