Llegará el día...

Llegará el día en el que no será necesario cerrar con llave las puertas de las casas ni poner rejas en las calles, ni cadenas a las bicicletas. En ese día no se caminará más con inseguridad por la ciudad y los niños jugarán sin amenaza en los parques. Habrá tranquilidad y paz; y si alguien se atreve, tal delincuente no tendrá dónde esconderse ni por donde escapar. En aquel día habrá un poder efectivo y real contra el mal; una autoridad que “juzgará con justicia y regirá con vara de hierro”.

Llegará el día en que no habrá desigualdad ni pobreza. El obrero y el agricultor no trabajarán en vano, y el que se esfuerce gozará del fruto de su trabajo. Edificarán casas y vivirán en ellas (no edificarán para que otro habite). Plantarán viñas y disfrutarán de la cosecha (no para que otro coma). Las empresas explotadoras y los empleadores abusivos se habrán extinguido. La corrupción pertenecerá a un triste y vergonzoso pasado.

Llegará el día en el que la ciencia y la salud estarán al servicio de todos sin ninguna distinción. “No habrá más niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla”. “Morir a los cien años será morir joven y no llegar a los cien años será una maldición”.

Y en aquel entonces lo pasado quedará olvidado. No se oirán más esas voces de lloro y clamor que tanto oímos hoy. Los noticieros ya no hastiarán al público con sus notas de miseria y dolor. El ideal habrá dejado de ser un sueño y se habrá convertido en una realidad. Alegría, felicidad, dicha, gozo, bienaventuranza, serán las palabras que mejor describirán a la sociedad.  

Serán días de gloria y esplendor en el que hasta la propia naturaleza será renovada. El promotor del mal será encarcelado y el Príncipe de Paz gobernará las naciones. Él juzgará y decidirá los pleitos de los pueblos, que convertirán “sus espadas en arados y sus lanzas en hoces”. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni sus pobladores recibirán más instrucción para la guerra. “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey… un niño los pastoreará”.

Lo que el hombre no pudo hacer durante siglos y milenios de “desarrollo y civilización”, lo hará aquel que conocemos como el “Hijo del Hombre” y el “Hijo de Dios”. Aquel que demostró tener poder sobre la muerte volverá para resucitar a todos los que pusieron su confianza en él y establecerá con ellos la plenitud del Reino de Dios entre los hombres. Será una era sin igual. La edad de oro de La Tierra. El hombre por fin habrá de someterse a las leyes de Dios y comprobará toda la dicha que eso trae a la humanidad. “Porque la tierra será llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar”.

Serán mil años de paz. Un milenio previo a la eternidad, luego del cual Dios hará “un cielo nuevo y una tierra nueva.... no entrarán en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida…” Esta es la esperanza que proclama el evangelio de Jesús el Mesías. Esta es la esperanza de los cristianos. Jesús prometió volver y los creyentes anhelamos el retorno de nuestro Señor y Salvador. El “salvará a su pueblo de sus pecados”.

Llegará el día…



*Profecías de Isaías 2:4, 9:6-7; 11:6,9; 65:17-25
Apocalipsis 20,21,22; Mateo 1:21



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