Investiguen si hay algún justo

Dijo Dios: “Recorran las calles de la ciudad y miren, investiguen e infórmense; busquen en sus plazas a ver si hallan un hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque la verdad; y yo perdonaré la ciudad. Miren y escuchen bien, porque aunque juren por mí, lo hacen falsamente”.

“Sus hijos me dejaron, y juraron por lo que no es Dios. Los prosperé y adulteraron, usaron su dinero para ser infieles y visitar la casa de rameras con amigos. Como caballos bien alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo. ¿No debo castigar eso?”


“Es terrible y espantoso lo que sucede entre ustedes, porque hasta los religiosos mienten. Los profetas profetizan mentiras y los sacerdotes dirigen a su antojo. ¿Qué harán cuando llegue el fin? Porque desde el más chico hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores, curan la herida de mi pueblo con liviandad diciendo: «Tranquilos»; «no pasará nada malo», «Dios no castiga», y si así piensan, ¿para qué siguen ofreciendo incienso? Sus ofrendas no son aceptables ni sus sacrificios me agradan”.

“En el pueblo hay hombres impíos que ponen trampas para cazar hombres. Como jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de objetos del robo y engaño, así se hicieron grandes y ricos. Se engordaron y se hicieron pedantes, no reconocen el derecho de los pobres ni hacen justicia al desvalido ¿y no habré de castigarlos?”

Anuncien esto a todos, óiganlo ustedes pueblo necio de corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye: ¿No van a respetar a Dios?, ¿no van a temer su nombre?, Él pone límite al mar, da las lluvias y hace producir los campos ¿no sienten vergüenza por sus malos actos? Ciertamente no, ¡no saben tener vergüenza! Esta ciudad está llena de violencia. Así como una fuente no deja de manar agua, así ella no deja de manar maldad. Por lo tanto no permanecerán sino que caerán.

“¡Corríjanse! Párense en los caminos, y miren y pregunten por las sendas antiguas, recuerden cual es el buen camino, y anden por él y hallarán descanso para sus almas” dice Dios, pero la gente responde: No queremos andar por el buen camino. Dios insiste y envía atalayas y voceros, pero a ellos tampoco los oyen. Entonces el Señor traerá el fruto de sus pensamientos porque no escucharon su Palabra y aborrecieron su ley.

Con exhortaciones como estas, Dios trató de hacer entender al pueblo de Judá la magnitud del pecado en el que vivían. Ellos estaban “ciegos”, “acostumbrados” a la Injusticia, la inmoralidad sexual, la avaricia, la mentira e hipocresía. Dios les retó a “abrir los ojos” e investigar si hay siquiera uno de entre ellos que no viviera así.

Es el mismo reto para hoy: ¿cuántos justos habrán entre nosotros? ¿muchos? ¿pocos? Veamos, ¿qué nos sorprende más en estos tiempos: qué alguien sea honesto o deshonesto? ¿Qué es más extraño: que un hombre sea fiel o infiel a su mujer? ¿Qué llama más la atención: que alguien devuelva el dinero que encontró o que se quede con él? Y si la mayoría hace lo malo, ¿es justo o injusto que Dios quiera castigar la maldad? Porque sin duda él lo hará, pero mientras dure su paciencia, podemos todavía volver al camino del bien del cual nos hemos apartado.


*Paráfrasis de pasajes del libro de Jeremías, capítulos 5 y 6





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