ECOPECADO
Atentar
contra el medio ambiente es pecado. Depredar los bosques, contaminar los ríos y
desaparecer especies son algunas de las actividades con las que se peca contra
Dios, porque al hacerlo se está desobedeciendo un mandamiento divino. Según la
Biblia, el pecado es infracción de la ley de Dios, y Dios le ha dado al hombre
un mandato muy claro respecto a la naturaleza que lo rodea.
A orillas del río Huallaga. Picota, San Martín, Perú. |
El mandato de cuidar la creación fue uno de los primeros que recibió el ser humano. El primer libro de la Biblia, el Génesis*, relata que cuando Dios creó a Adán y Eva les dio su bendición y su mandamiento. Los bendijo con la capacidad de procrear y llenar la tierra, y les delegó autoridad para dominar toda la naturaleza, les ordenó gobernarla. Luego leemos que “Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. No lo puso para que consuma sin trabajar, deprede sus recursos y lo contamine, lo puso para que trabaje la tierra con inteligencia y la cuide. Pero en lugar de cuidar, el ser humano ha sobre-explotado los recursos naturales, y así, ha faltado al mandamiento de Dios. Por eso, bien podemos llamar a esto “ecopecado”. Qué curioso: la desobediencia al primer mandato divino es el que podría terminar con la existencia humana.
Todo
pecado trae consecuencias, y las consecuencias de nuestros “ecopecados” son
cada año más notorias. Las naciones del mundo se reúnen con creciente
preocupación para mitigar los efectos de la crisis medioambiental. Los líderes
de la tierra concuerdan que se necesita un cambio radical. En terminología
bíblica decimos que el mundo necesita arrepentirse. En primer lugar, los seres
humanos deben arrepentirse de creerse los dueños del mundo. ¡No son dueños!, son
solo administradores, y deben reconocer que el dueño sigue siendo Dios el
creador. En segundo lugar, el ser humano debe arrepentirse de su rebeldía, de
su desobediencia, su egoísmo, avaricia, de su falta de amor hacia Dios, a su
creación, y al prójimo, la presente y futura generación. Por supuesto,
demostrando “frutos dignos de
arrepentimiento”.
La
crisis ecológica es consecuencia de la crisis espiritual. Así como muchos
todavía creen que pueden hacer con su vida “lo que les dé la gana”, de la misma
manera muchos todavía creen que pueden hacer con la naturaleza lo que quieran.
Pero todos se equivocan. Dios nos ha dado la vida y un ambiente natural para
desenvolvernos, y demanda un buen uso de ambos, haciendo lo correcto, lo
justo, siendo responsables, pensando en el semejante. Que nadie pase por alto
que llegará un día en el que el dueño de la vida y del mundo nos pedirá
cuentas.
El
último libro de la Biblia, el Apocalipsis*, advierte que llegará el tiempo en
que Dios juzgará los muertos, (pues para Dios todos viven) y él dará la
recompensa a sus siervos, a los santos y a los que temen su nombre, a los
pequeños y a los grandes. Pero también será el tiempo para “destruir a los que destruían la tierra”, porque ni en la muerte
hay impunidad divina para los que rehúsan arrepentirse.
La
Biblia termina bien, con esperanza. Tanto en el Apocalipsis como en otros
libros de la Biblia se anuncia que Dios hará “un cielo nuevo y tierra nueva”, ¡él hará nuevas todas las cosas!,
un nuevo mundo, un nuevo universo, una verdadera nueva era, en el que todos los
que persistieron en pecar ya no estarán, sino solamente aquellos que se
arrepintieron y recibieron el perdón del Creador en Cristo Jesús; para habitar
con él por la eternidad.
Promover
una conciencia medioambiental es más que un llamado a cuidar el mundo en el que
ahora vivimos. Es un llamado a reconocer al Creador y someternos a su señorío.
Nuestra respuesta determinará el “mundo” en el que mañana viviremos.
*Génesis
1:28, 2:15; Apocalipsis 11:18
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