Cinco declaraciones del cristianismo reformado
Hablar del cristianismo es hablar de Cristo y sus
millones de seguidores. Hasta el siglo XV, los cristianos se agrupaban bajo dos
corrientes principales, dos “poderes”: la iglesia católica romana y la ortodoxa
griega. Éstas se separaron (finalmente) en el año 1054 cuando el Papa de Roma y
el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente.
A partir del siglo XVI surgió una corriente más: los
llamados protestantes. Con la reforma iniciada por Lutero en 1517, diversos
clérigos católicos y teólogos buscaron corregir las enseñanzas y prácticas
religiosas basándose en la Biblia y no en la tradición ni el magisterio, que
tantos errores habían sumado a los largo de los siglos. Es así, que se fueron
estableciendo cinco puntos teológicos, cinco declaraciones fundamentales conocidos
del latín como “Las cinco Solas”.
“Sola scriptura”: Sólo por medio de la Escritura. La
revelación escrita de la Palabra de Dios es la máxima y única autoridad. Ella
contiene las profecías judías que anunciaron la llegada del Salvador, y las
enseñanzas de los apóstoles que vieron y oyeron a Jesús. La revelación dada no
puede ser contradicha, cambiada o añadida. Como el mismo apóstol escribió: “Mas
si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gá.1:8). No hay ningún hombre,
pastor, papa o concilio; ninguna tradición, milagro, profecía o visión que
tenga autoridad superior a ella. La Biblia es nuestra única regla de fe y
conducta.
“Sola gratia”: Sólo por gracia. El perdón y la salvación
son un don de Dios, no lo merecemos ni podemos ganarlos. Somos pecadores,
condenados y nuestras “mejores obras” jamás alcanzarían para habitar en
comunión con la santidad de Dios. En la carta a los Efesios leemos: “Por gracia
sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe” (Ef.2:8,9).
“Sola fide”: Dios salva sólo por la fe. La carta a los
Romanos declara que “el justo por la fe vivirá” (Ro.1:17) y fue precisamente el
descubrimiento de esta verdad lo que dio inicio a la reforma. La salvación se
recibe por creerle a Dios, por volver a él confiando en su palabra, su amor y
perdón; no por penitencias, ni obras
piadosas, tampoco por pertenecer a determinada iglesia. Por supuesto, esta fe debe
ser personal y genuina; implica un sincero arrepentimiento y un deseo de vivir con
Dios haciendo lo que a él le agrada. Las obras son consecuencia natural de una verdadera
fe.
“Solus Christus”: Sólo por medio de Cristo. “Porque hay
un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”
(1Tim.2:5). El Hijo de Dios vivió la única vida perfecta sobre la tierra, pero
murió llevando todos nuestros pecados, sufrió nuestros dolores y resucitó para nuestra
justificación. Él es La Puerta, La Vid y El Pan. Él es “el camino, la verdad y
la vida”, nadie puede ir al Padre si no es por medio de él. No necesitamos
intermediarios. No nos salva una iglesia, ni un pastor, ni una indulgencia o
perdón otorgado por hombres. Dios nos perdona en Cristo.
“Soli Deo gloria”: Sólo a Dios es la gloria. Él es
nuestro creador y sustentador; él es quien provee nuestra salvación; por lo
tanto sólo él merece nuestra adoración, amor supremo, servicio, sumisión y
lealtad. Sólo a él pertenecen nuestras vidas;
vivimos por él y para él; y nuestro propósito en la vida es glorificarle
y darle a conocer.
[Publicado en Diario Voces, 26.OCT.2017]
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