Si aumenta la ciencia, ¿por qué aumenta la violencia?


En los últimos tres siglos, la humanidad ha experimentado un avance tal en las ciencias, artes y letras como no se ha visto en los miles de años de historia. Contamos con tecnología que nos permite comunicarnos de manera tan rápida, barata y de tal alcance que nos sorprendemos al ver que la ciencia-ficción de hace treinta años es una realidad en nuestras manos. Como nunca antes nuestros gobiernos poseen un mayor conocimiento y mejores herramientas para la gestión y administración. Tenemos más y mejores leyes;  más y mejores organizaciones de paz y derecho; tratados, convenios. Contamos con un mejor conocimiento de la conducta humana, eminentes psiquiatras, sicólogos, sociólogos, antropólogos. Cursos, libros, maestrías, doctorados. Indiscutiblemente tenemos mejores colegios y mejores técnicas para la enseñanza y aprendizaje. Pero si avanzamos tanto y conocemos mucho más, ¿cuántos pueden explicar lo que parece inexplicable? ¿Por qué a pesar de haber avanzado tanto, hay tanta violencia y el hombre parece ser el mismo?

Una hija mata a su madre. Un hombre les corta la cara a mujeres indefensas. Otro corta a pedazos a su compañero. Un estudiante es llevado al hospital por haber sido golpeado por varios compañeros de clase. Desempleados se enfrentan para conseguir un puesto de trabajo en una constructora. Narco-terroristas, secuestradores, barras bravas. Cupos, robos, violaciones, abusos, huelgas y manifestaciones violentas, piedras, heridos, muertos. Vamos de mal en peor. Y por más que uno quiera evadir el pesimismo, la realidad es que la violencia que vemos en los noticieros no tiene comparación con lo que veíamos hace dos décadas. ¿Qué nos pasa? ¿Qué hacemos con tanto conocimiento?

Lo que sucedió en Lima ayer (en “La Parada”) es de no creer. Es horrendo, vergonzoso, humillante, deplorable. Una falta de prudencia de las autoridades y absoluta falta de respeto a la autoridad. Es atemorizante. Cientos de hombres delincuentes “defendiendo” un lugar de trabajo no justifica semejantes acciones de violencia. Un policía tirado en el piso arrastrado inconsciente, golpeado y pateado por varios. Periodistas y transeúntes heridos. Tiendas saqueadas, automóviles desmantelados, dos muertos, un centenar de heridos. ¿Dónde estamos? ¿En Lima? ¿En la ciudad capital? ¿Cómo puede ser? ¿Será porque somos un país subdesarrollado?

Pero la maldad y violencia no es exclusividad de los países “menos civilizados”. Sabemos de las atrocidades que puede cometer una nación “tan avanzada” como la Alemania de 1940; o los abusos que cometen actualmente los militares de la nación más poderosa de la tierra. Vemos violencia en protestas europeas, y matanzas en escuelas de Norte América. ¿Cuánto conocimiento más debemos alcanzar? ¿Cuántos años (o siglos) más debemos esperar para ver decrecer la violencia en nuestro mundo?

Según las profecías bíblicas* el mundo alcanzará la paz, pero no por un logro del hombre sino de Dios. A un mundo sin Dios le irá peor. Jesús anunció que antes de su regreso la maldad se multiplicará “y el amor de muchos se enfriará”, y el profeta Daniel dijo que a la par “la ciencia aumentará”.  Y esto es lo que precisamente vemos a diario, la dupla Maldad y Ciencia, que contrario a lo que nuestra lógica humana infiere, a más ciencia vemos más maldad. Es que el hombre nunca cambiará su naturaleza violenta por la ciencia, la educación o la fuerza. Para que el ser humano cambie su tendencia al mal requiere someterse a su Creador para que lo transforme, recibiendo una nueva naturaleza; hecho que ocurrirá cuando aquel ser que nos da la vida aparezca en este mundo.

Será un mundo sin guerras ni violencia, de tal manera que los hombres “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces…” como dijo el profeta Isaías*. Esperanza plasmada en una de las esculturas del edificio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que (aunque se elogia todo esfuerzo por la paz) sólo se establecerá cuando Jesús regrese para reinar. Que venga pronto.
* Mateo 24:12; Daniel 12:4; Isaías 2:4





[Publicado el 27 de octubre del 2012]


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