Autoridad sin autoridad moral
Un reconocido luchador social que
gana las elecciones, pero que al gobernar su ciudad se olvida de la justicia social
por la que antes luchaba. Ahora busca favorecer a sus amigos, a los que están
de acuerdo con él, a ciertos grupos de interés.
Un municipio que dice estar al
servicio de la comunidad, pero varios de sus trabajadores no cuentan con el
sueldo mínimo y además de hacerles trabajar doce horas diarias, los
contrata y los “despide” cada mes para no tener que ponerlos en planilla ni pagarle
todos sus beneficios sociales. El personal con discapacidad (que trabaja en la
oficina para las personas con discapacidad) tampoco tiene seguro.
Autoridad que no debiendo usar los
recursos públicos para sus propios intereses, pide colaboración a los trabajadores
del municipio para financiar su campaña política. “No estoy usando recursos” dice,
“les doy la oportunidad para que apoyen a quien les da trabajo”. Y cuando ve
necesario apoyar a alguno de sus amigos que quiere inscribirse en política, les
pide también a sus trabajadores que busquen firmas y llenen planillones. Esto por supuesto de
manera “voluntaria”, pero con la obligación de “apoyar”, para no quedar como un trabajador mal agradecido o persona no grata
Los trabajadores no se quejan, no
denuncian. Se someten en silencio por temor a perder el empleo. Los líderes de
opinión tampoco se pronuncian ante estos hechos y otros parecidos. Sorprende el casi
absoluto silencio en los programas radiales y televisivos cuando en otras
situaciones similares hacían mucha bulla y protesta. Pareciera que por alguna razón no les
conviene quedar mal con los que mal gobiernan.
Autoridad lo es también quien recauda
impuestos. Pero hay funcionarios que tratan a los contribuyentes como potenciales
delincuentes evasores (cuando en muchos casos solo se trata de
error o ignorancia). Si a eso se suma la falta de disposición que tienen para
ayudar y su poca claridad para explicar los procedimientos a seguir (en
especial a los dueños de pequeñas empresas), entonces la desconfianza y el
recelo aparecen, dejando la sensación que la consigna de la autoridad fuese desinformarlos
y dejarles que se equivoquen para cobrarles una multa mayor, que se demoren en
hacer el descargo para que aumenten los intereses y llegue la cobranza
coactiva. La entidad es implacable. “Hay que respetar la ley” dicen. Pero cuando
se oye de grandes empresas que mantienen por muchos años grandes deudas, la autoridad recaudadora
pierde credibilidad.
Y que decir cuando la autoridad encargada
de hacer cumplir la ley se cree con la potestad de incumplirla. Si hay una
sanción, una multa o una cobranza coactiva se otorgan a sí mismos la facultad
de “arreglar legalmente” con mucho menos dinero. No, no le llaman coima, “es
una muestra de gratitud por la ayuda brindada”. Y la autoridad pierde respeto.
Y así todos perdemos.
Tal es la situación que hace rato ni
entre autoridades se respetan. No pasa mucho tiempo sin que veamos por las
noticias un juez, un fiscal, un militar o un congresista faltando el respeto a
un policía de tránsito. En lugar de reconocer su error con humildad y agachar
la cabeza con suma vergüenza, prefiere insultar al policía y amenazarlo con
gritos: “¡¿no sabes quién soy yo?! ¡Ahora vas a ver! ¡Ni te imaginas con quien
te has metido!”. Cuán más alto el cargo, más alto debiera ser el respeto a la
ley y el orden, pero en nuestro país vemos hasta notarios que no se sujetan a
las disposiciones que les competen; funcionarios que falsean documentos,
ex-presidentes que le mienten a todo un país.
Una autoridad deshonesta, que no es
consecuente con lo que dice ni promete, que no cumple la ley; no tiene
autoridad moral para gobernar. Sin autoridad moral la autoridad no será respetada
y menos admirada. Podrá ser obedecida, pero por temor a la multa o el despido.
Podrá ser adulada, pero por interés e hipocresía. Sin autoridad moral se
contribuye a la desconfianza, a la indignación popular, a los conflictos, y a más
corrupción, porque “si mi autoridad lo hace ¿por qué yo no?”. Por eso Dios demanda
a toda autoridad que lleve una conducta ejemplar, que sea un modelo a seguir. Y
de esto trataremos en la columna de la próxima semana.
[Publicado el 25 de mayo del 2013]
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