Autoridades con vocación de servicio y vida ejemplar
Un proverbio bíblico declara lo que
la historia universal nos ha enseñado: “Cuando
los justos predominan, el pueblo se alegra. Cuando los impíos gobiernan, el
pueblo gime”.* La expectativa “natural” de un pueblo es que quien los preside
y gobierna sea digno del cargo, de ahí que una autoridad sin “autoridad moral” resulta
ser una afrenta contra el pueblo. En la Biblia también encontramos que las buenas
autoridades ejercen sus funciones con una actitud de servicio y una conducta
ejemplar.
Jesús mismo, gran líder y maestro,
reconocido por sus seguidores como el Rey Mesías, el Hijo de Dios; nunca usó de
su posición para sacar provecho y beneficiarse así mismo acumulando bienes y
dinero. Al contrario, enseñó a servir a los demás y lo enseñó con el ejemplo. Él
dijo claramente que no vino a ser servido sino a servir y “a dar su vida en rescate por muchos”. En una ocasión, Jesús lavó los
pies de sus discípulos (tal como acostumbraban hacerlo los sirvientes en
aquella época), y con ello les dejó
una gran lección: “Ustedes me llaman
Maestro y Señor, y dicen bien porque lo soy. Pues si yo, el Señor y Maestro les
he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Pues les
he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que hice con ustedes”.
El apóstol Pedro (que en aquella
ocasión no accedió fácilmente a que su Maestro le lavara los pies), reconoció siendo viejo la gran importancia de ejercer la autoridad con el ejemplo y una actitud
de servicio. Entre los consejos que da a los pastores de las iglesias les dice:
“Apacienten las ovejas de Dios, cuiden de
ellos no por obligación ni ambición, sino con buen ánimo. No lo hagan como si
tuvieran dominio sobre ellos, como si fuesen dueños de sus vidas, sino, háganlo
con el ejemplo”.
Y el apóstol Pablo, (fundador y
pastor de muchas iglesias en el Asia menor y Europa), muy consciente de su
autoridad y la influencia de su liderazgo, se imponía a sí mismo ser un buen ejemplo
a los demás. De esta manera podía escribir con toda sinceridad: “Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo
de Cristo”, “imítenme como yo imito a Cristo”, “les ruego que sigan mi ejemplo”. *
La autoridad que Dios da – sea para
ejercerla en la iglesia o en la comunidad – es para ejercerla con una vocación
de servicio y una vida ejemplar. Porque no sólo Dios, sino el pueblo espera que
sus autoridades sean “servidores públicos” de verdad, respetuosos, honestos,
justos, con autoridad moral para presidir una institución, una ciudad o una
nación.
Dios así lo estableció y así lo
demandará. Nuestras autoridades deben recordarlo, pues esto lo saben muy bien.
Cuando juraron desempeñar “leal y fielmente” el cargo recibido, oyeron también
la sentencia: “…si así lo hicieres que Dios os premie, y si no, que él y la
patria os lo demande”. Que no lo olviden, pues aunque “la Patria” no siempre lo demanda, no duden que Dios sí lo hará.
*
Proverbios 29:2; Juan 13:12-15; 1ra Pedro 5:2-3; 1ra Corintios 4:16, 11:1
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