Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2009

Para que le vaya bien

En la Biblia hallamos innumerables promesas de Dios. Unas son incondicionales, otras tienen requisitos. Algunas de ellas son particulares y se dieron sólo para ciertos propósitos; otras son generales, válidas todavía para quien las quiera aceptar. Y otras, si bien fueron dirigidas a personas específicas, se aplican perfectamente a cualquiera que cumpla con los mismos requisitos. Este es el caso de las promesas que Dios le dio a Josué cuando recibió el encargo de guiar al pueblo de Israel a la tierra prometida: “…Dios estará contigo en dondequiera que vayas”; “…entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”; “…para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas” (Libro de Josué cap.1 vs.7-9)

El regalo guardado

Es una cosa rara... un hecho que para ser bastante incomprensible se ve muy natural. Las personas de ese lugar, tienen por costumbre guardar sus regalos tal como se los han entregado. No los abren. Año tras año, dichas familias celebran “El día del Regalo”. Para recibir ese día decoran sus casas, encienden luces, tocan música, se reúnen en una cena, y a medianoche, se abrazan unos a otros para expresar sus buenos deseos. Cada uno recibe un regalo por el cual agradecen. Pero al terminar la reunión, cada uno se lleva su regalo tan bien envuelto como lo recibió, para guardarlo con mucho cuidado. No lo abren. Nunca se enteran lo que hay en su interior. Por supuesto, jamás lo usan.

La suma de tus decisiones

Todos los días tomamos decisiones. A cada hora, a cada minuto. En estos precisos momentos usted ha tomado la decisión de leer estas líneas y en breves segundos decidirá si sigue leyendo o no, pero espero que siga leyendo porque aunque parezca una decisión intrascendente – como muchas otras – es precisamente la suma de ellas, las que dan como resultado el tipo de personas que seremos y el bien que disfrutaremos.

Profesores que enseñan de cabeza

Una "espeluznante" conversación se dio entre tres docentes que esperaban el inicio del último examen del concurso público de profesores. Empezaron hablando de cosas triviales, de sus lugares de procedencia, de su nerviosismo, de sus deseos por alcanzar una plaza, y de sus especialidades. Y en este punto, como cada uno dominaba materias diferentes y por supuesto, cada uno deseaba conocer lo que sabía el otro; la conversación dio lugar a una propuesta que sólo podía hablarse en voz baja: “Hay que ayudarnos en el examen” dijo uno. “Ya pues” – respondió el otro – “Yo les paso las de Ciencias y ustedes me pasan las de Historia y de Comunicación”. “Yo paso” – dijo el tercero. Y añadió: “No cuenten conmigo. No es correcto”... Una extraña y anormal turbación dominó a los otros dos. No entendían lo que pasaba y el silencio dio lugar a la reflexión. El que hizo la propuesta, mirando con desaprobación al colega sólo atinó a lamentar: “¿Por qué seremos los peruanos así? ¿Porqué seremos