Una semana para agradacer

Los cristianos tenemos demasiados motivos para recordar con gratitud la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. La Semana Santa es un tiempo propicio para esto. Si bien, las enseñanzas de Jesús, sus demandas y su ejemplo deben influenciar toda nuestra vida durante todo el año; en estos días podemos tomarnos un tiempo especial para agradecer recordando por lo menos cuatro hechos:

Primero, Jesús nos trajo la verdad. Él es la revelación de Dios, es su Palabra en forma humana, es La Verdad de Dios. En contraste con la mentira, el engaño, el fraude, Jesús conoce la verdad y es la verdad. Su verdad ilumina nuestros ojos espirituales y nos hace ver quiénes somos realmente, cuál es nuestra precaria condición y cuánto necesitamos de Dios. Jesús declaró tal propósito cuando era juzgado por Poncio Pilato: “…Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad…” Por eso con gratitud nos esforzamos en aprender sus enseñanzas y seguirlas.

Segundo, En Jesús encontramos perdón. En un momento, con arrepentimiento verdadero y sincera fe, cualquiera puede reconciliarse con Dios. La vida, la muerte y resurrección de Jesús hacen posible el camino de regreso al Padre, y todo el que lo desee puede tener paz con él, con su pasado y sus semejantes. Cuando experimentamos el perdón y el amor de Dios, entonces podemos perdonar también a otros. Jesús  demanda precisamente eso;  él nos enseñó a orar diciendo: “perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”.  Por eso, con consecuente gratitud nos resistimos a vivir con odios, venganzas ni resentimientos.

Tercero, Jesús nos da la posibilidad de empezar una nueva vida. Es parte de su plan para con nosotros. Él vino a dar “vida en abundancia”; dijo que “es necesario nacer de nuevo” y se presentó a sí mismo como La Vida. Si en el pasado cometimos muchos errores y pecados, y lo vivido nos ha mal formado, ¡podemos cambiar! Todos los que en él creen y le obedecen, pueden comprobar la transformación de sus propias vidas. Su Espíritu nos ayuda a enfrentar las consecuencias de las malas acciones cometidas y nos va moldeando en una nueva persona. Como dijo uno de sus seguidores: “El que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”; por eso, con gratitud buscamos hacer lo correcto, lo honesto; ayudar y amar a los demás.

Cuarto, Jesús es el único que puede darnos vida eterna. Él ha prometido una nueva creación, un nuevo universo, poblado por aquellos que se han arrepentido, que han ido cambiando, que han aprendido que la maldad y el egoísmo no producen nada nuevo y por lo tanto anhelan lo bueno y lo justo. En el reino eterno de Jesucristo no habrá más maldad, dolor, injusticia, ni enfermedad. Lo que los gobiernos humanos no pudieron hacer por milenios, ni el dinero, ni el conocimiento, lo hará Jesús. En Jesús hay esperanza. La historia humana tendrá un buen final del cual disfrutarán los que “aman su venida”; por eso, con gratitud esperamos su regreso.

Semana Santa es un tiempo para agradecer de manera especial todo lo que Jesús hizo por nosotros. Un tiempo para detenernos y reflexionar en qué medida nuestra vida demuestra la gratitud que tenemos hacia él. No con golpes en el pecho ni compadeciéndonos de sus sufrimientos (los cuales vivió sólo una vez hace casi dos mil años); más bien es un tiempo para renovar nuestra decisión de seguirle, aprender más de su verdad, pedir perdón y perdonar, cambiar nuestra vida y trabajar por lo eterno; pues él ha resucitado, ¡y volverá!


*Jn.18:36-38; Mt.6:12; Jn.3:3, 10:10;
1Co.5:17;Ap.21:5; 2Ti.4:8




[Publicado en Diario Voces el 19 de marzo del 2016]







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