Ladrón que compra a ladrón, mil años de prisión

Inspirado en el refrán popular que dice: “ladrón que roba a ladrón, cien años de perdón” (por cierto, bastante sospechoso en su origen y cuestionado en su aplicación), propongo uno de menor controversia y creo, de mayor aceptación: “Ladrón que compra a ladrón, mil años de prisión”. Por una sencilla razón: quien le compra a un ladrón está propiciando la aparición de mil ladrones más.

¿Alguna vez ha comprado un objeto de dudosa procedencia? Quizás ese repuesto tan costoso para su automóvil y que por “necesidad” tuvo que comprar uno “usadito”. O quizás ese teléfono celular de S/.500,00 que tanto le gustaba, pero que “gracias” a la recomendación de un pariente pudo conseguirlo “casi nuevo” a tan sólo S/. 100,00. Sin boleta, sin facturas. Sin preguntas. Y sin ningún sentimiento de culpa ni reflexión. Porque si se hubiese puesto a reflexionar tan sólo un poco en lo que estaba haciendo, no lo habría comprado.

Todos se quejan del aumento de la delincuencia, del incremento de robos de motos, bicicletas, computadoras y carteras. Todos exigimos a nuestras autoridades más seguridad y leyes más eficientes. Pero no pasemos por alto que la ciudadanía misma es parte importante del problema. Pues si los robos aumentan, es porque también han aumentado las personas que compran lo robado. Si usted es uno de esos compradores, es culpable, considérese cómplice del delito. Dese cuenta que es parte del “negocio”. Con su dinero ha incentivando a otros a robar para usted, perjudicando a sus vecinos para su propio beneficio. Es un promotor de asaltos. Se convierte en un socio de la delincuencia. Merece la prisión.

En nuestras manos está la posibilidad de reducir en gran medida los robos en nuestras ciudades. El plan es simple: Si no hay compradores, no hay demanda, no hay mercado; y habrá menos asaltos.

No compre objetos robados. No desobedezca a Dios. El ordenó “No robarás” y con esto advierte al promotor, al cómplice y no sólo al ladrón. Y como siempre, su mandato es para nuestro bien. Dese cuenta que el costo de comprar objetos robados es mucho mayor que el dinero entregado. Tendrá que seguir pagando muy caro no sólo usted, sino sus padres, sus hijos, todos nosotros; cuando cada día vivamos con temor, caminando en una ciudad insegura, cuidándonos del que pasa al lado, con casas enrejadas, intranquilos por dejar el auto en la calle; desconfiados, tratando de evitar pasar un susto ó sufrir una agresión física. O perder la vida. Como ya varias veces ha ocurrido, sólo por negarse a entregar un celular ó “motokar”.

En las ciudades de nuestra región, este tipo de delincuencia todavía no ha crecido como en otras ciudades del país. Todavía estamos a tiempo de prevenir. La responsabilidad no recae solamente en la policía, los jueces ó los alcaldes, sino en nosotros. Compremos honesto. Enseñemos a los demás a comprar lo honesto.




Publicado el 24 de abril del 2010

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