Aunque corras… igual te atraparán

¿Estás huyendo? ¿Te escondes? ¿Has hecho algo malo, ilegal…? ¿Crees que escaparás? Fíjate en las cárceles: están llenas de personas que creyeron que nunca serían atrapados. “No pasa nada”, “Nadie lo sabrá”, “Nunca nos atraparán”… frases pronunciadas por miles que ahora están en condena. Palabras ingenuas que repiten los que no aprenden de las lecciones ajenas. Sean novatos o experimentados. Asaltantes de casas o ladrones profesionales con título y corbata, piensan neciamente que por correr más rápido la justicia no los alcanzará.


Así corrieron unos asaltantes de la carretera FBT el pasado jueves 25. Era medio día. Yo regresaba del sur, cuando a pocos kilómetros de Juanjuí me salvé a las justas de ser asaltado. Hacía tan sólo unos segundos que los ladrones se habían internado en el monte con las pertenencias y el dinero de muchos pasajeros. En medio de los vehículos detenidos podía verse los rostros del miedo, la indignación, y la frustración acompañados de lamentos y quejas: “me han dejado sin nada”, “¿dónde está la policía? ¿Por qué no hacen recorridos permanentes?”, “debería haber ronderos comunicados por radio”, etc. La policía llegó. Se oyeron las balas. Pero al momento de escribir estas líneas, desconozco si alguno de ellos fue atrapado.

Pero sin duda alguna, los atraparán. Que nadie se equivoque. La justicia puede parecernos lenta (a veces demasiado lenta). Y aunque pueda caminar silenciosa, no se detiene. Con inflexible determinación persigue sin cansancio a los que obran maldad. Y no me refiero a la justicia humana que por ser humana no logra siempre sus cometidos. Me refiero a la justicia divina. Aquella de la cual nadie puede esconderse, y nunca nadie puede escaparse.

“Debes saber que tu pecado te alcanzará…” reza la advertencia bíblica. “Tarde o temprano, el malo será castigado”. Si no terminas en la cárcel o pagando alguna reparación civil; terminarás tus años en perturbación de espíritu, con falta de paz, en miseria interior, sin amor, quizás abandonado o en desgracias; con enfermedades o desprecios. Quizás con dinero pero sin disfrutarlo. Atado a sentimientos de miedo, resentimiento y remordimiento, o viendo la retribución de tus actos en tus seres queridos. Porque “Todo lo que el hombre siembra, eso también cosechará.” Así es la inapelable sentencia divina. Justicia que no sólo persigue el mal en esta vida, sino que la alcanza en la eternidad.

A los que están siendo perseguidos por algún delito o cumplen sentencia: Arrepiéntanse. Asuman su responsabilidad, devuelvan, paguen. Pidan perdón. Entréguense si es necesario. Dejen de obrar mal. Aprendan a trabajar. Confíen en el perdón que Dios ofrece en Jesús y sean librados de condenación.

Y a los que están pensando en delinquir: Desistan en hacerlo. No perjudiquen a sus semejantes. No se perjudiquen a sí mismos. No se engañen con aquello que “todos lo hacen”, “no es nada grave”, o “nadie se dará cuenta”… porque “Dios no tomará por inocente al culpable”.

Dios es bueno y es amor; pero es también santo y justo. Su justicia demanda castigo. Pero su amor hizo provisión para el perdón: Jesús llevó la maldad de todos nosotros. Todo aquel que se arrepiente y le acepta como Señor y Salvador es justificado por Dios… y no necesita correr más. La paz de Dios lo alcanzó.

*Citas de la Biblia: Nahum 1:3; Gálatas 6:7,8
Proverbios11:21; Números 32:23


Publicado el 27 de noviembre del 2009

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Biblia no prohíbe la transfusión de sangre

Un puente entre Dios y los hombres

Los Gedeones