Jesús y la donación de órganos

“Y donaréis vuestros órganos al morir; pues en el sepulcro para nada os servirá…” no es algo que Jesús ó sus apóstoles dijeron. No hay un sólo pasaje en la Biblia que hable expresamente del trasplante y la donación de órganos, obviamente porque esto era una imposibilidad médica en aquella época y nadie siquiera lo hubiera imaginado. Pero en la Biblia tampoco hallamos algo que pueda hacernos pensar que su práctica vaya en contra del cristianismo.

Aún así, algunos cristianos piensan que la donación de órganos es una ofensa a nuestro Creador, un atentado contra la naturaleza, o hasta un pecado. He oído a algunos decir que si después de muertos donan sus córneas, andarán como “almas ciegas” por la eternidad. Otros se preocupan por el cumplimiento de la promesa de resurrección, pues si sus órganos están “repartidos” en otros cuerpos… ¡que tremendo problema será para el Señor reunirlos de nuevo!

Pero eso es ignorar la Palabra y el Poder de Dios. Si creemos en él, entonces debemos creer que es Todo Poderoso y que sus promesas siempre se cumplen. Imagínese a los creyentes que fueron martirizados por el fuego y sus cenizas llevadas por el viento: ¿a caso  Dios no los levantará? ¡Serán los primeros! La Biblia declara* que los creyentes que murieron en Cristo resucitarán y recibirán cuerpos transformados, no como los que ahora tenemos, sino glorificados, incorruptibles, nunca más sujetos a la enfermedad ni a la muerte. Y por otro lado, si Dios nos enseña a hacer el bien ¿podría verse como pecado dar un poco de nosotros mismos (literalmente) para dar vida a quien la necesita? ¿sería una ofensa  al Creador? Ofensa sería negarnos a ayudar cuando estamos en la capacidad de hacerlo.

En la Biblia encontramos que el cristiano ha sido llamado a darse a sí mismo para el bienestar de los demás. Y si entendemos que esto se refiere al tiempo, al dinero, al conocimiento, los talentos y más; ¿por qué habríamos de excluir el cuerpo? Al respecto, es interesante notar el elogio que hace el apóstol Pablo a la actitud que los creyentes de Galacia tuvieron cuando él estaba enfermo*: “Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos”.

Jesús es nuestro ejemplo de entrega. El se dio por nosotros. Eso es lo que recordamos continuamente en la conmemoración de la última cena, él dijo*: “Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido… esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por vosotros se derrama…”. Su cuerpo era pan de vida. Por supuesto que esto tiene una interpretación espiritual y eterna, pero el principio trasciende y no tiene porque reducirse a ese ámbito. Si Jesús dio su vida para dar vida, sus seguidores debemos estar dispuestos a hacer lo mismo. Como es fácil deducir, una excelente manera de hacerlo es indicando en el DNI o a la familia nuestro deseo: que a la hora de partir de este mundo, nuestros órganos puedan seguir dando vida a otros.

*1 Corintios 15:39-42; Gálatas 4:15; 1 Corintios 11: 24,25; Juan 6:48


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Publicado el 21 de mayo del 2011