Cuando al malo le va bien

Sucede. Una persona se propone hacer lo justo y honesto, y le va mal. Otro que miente, estafa y evade impuestos, gana más. Uno respeta a Dios y trata de obedecerle, y se enferma. Otro vive como si Dios no existiera y está más saludable. Y comparando, ronda en la mente la irreverente pregunta: “¿Vale la pena esforzarse por hacer lo correcto?” seguida de la tentadora respuesta que el creyente suele reprimir en su interior: “No sirve de nada obedecer a Dios”.

En la Biblia encontramos a más de uno que se hizo la misma pregunta y halló respuesta satisfactoria. Con un registro cercano a los tres mil años, este es su testimonio resumido*:
«…Tuve envidia al ver cómo prosperan los orgullosos y malvados. A ellos no les preocupa la muerte, pues están llenos de salud; no han sufrido las penas humanas ni han estado en apuros como los demás… con burla, orgullo y descaro, amenazan hacer maldad y violencia; atacan al cielo con sus labios. Preguntan “¿Acaso Dios va a saberlo?” y con toda tranquilidad aumentan sus riquezas. ¡De nada me sirve tener limpio el corazón y limpiarme las manos de toda maldad…! Pues sufro más que ellos.
«Yo estuve lleno de amargura y en mi corazón sentía un dolor. Tan torpe era que no entendía. Era tan igual a una bestia. Porque al entrar en el santuario de Dios comprendí el fin de ellos. Están en lugar resbaladizo, en un momento quedarán destruidos. Los que se alejen de Dios morirán. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien.
“¿A quién tengo en los cielos sino es a ti? Estando contigo nada quiero en la tierra.” Dios siempre está conmigo, me toma de la mano derecha, me dirige con sus consejos, y al final me recibirá con honores. Dios es mi herencia eterna y el que sostiene mi corazón.» 
De su testimonio aprendemos que cuando veamos que “al malo le va bien”, debemos detenernos y en primer lugar redefinir a qué llamamos “bien”. Porque estar “bien” es más que salirse con la suya, evitar ser atrapado por la ley, o conseguir más dinero, más mujeres, más reconocimiento o más “éxito”; porque se puede tener todo eso y a los ojos de los demás estar muy bien, cuando en el interior hay insatisfacción, amarguras, temores y falta de paz. En cambio, nos puede faltar todo eso, pero si estamos bien con Dios, tendremos el alma tranquila, alegría, satisfacción y paz… Si tenemos a Dios lo tenemos todo. 

En segundo lugar, tenemos que reconsiderar la escala de tiempo que se usa para ver lo bien que le va una persona injusta. Puede que lo sea hoy, pero los años pasarán y la inexorable muerte llegará. Y como declara la Biblia*: “Que nadie se engañe. Nadie puede burlarse de Dios. Porque el que siembra para la carne, cosechará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”.

Si mal entendemos lo que es bueno para nosotros, priorizando lo material antes que lo espiritual, y sobreponiendo lo presente a lo eterno, y nos comparamos con los demás, entonces quedaremos también como seres sin entendimiento. No olvidemos que Dios es el bien más preciado. Acercarse a él y hacer lo que él ordena siempre será lo mejor para nuestras vidas. 


*Salmo 73 (Versión Dios Habla Hoy)
 Carta a los Gálatas 6:7,8




[Publicado el 31 de marzo del 2012]


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